Red Bull Music Academy Radio

jueves, 21 de mayo de 2009

Previa parada hacia el paraíso.

La circunstancia obligará al aficionado a dejarlo todo. A disfrutar. A crearse un lugar para asistir a ese choque de momentos. Buscaremos formas de ahuyentar esa densa tarde de trabajo, las inoportunas horas de clases o ciertos compromisos que intercepten esos 90 minutos, con posible prolongación. Todos vamos a ver fútbol. El que esperamos, ansiamos y rezamos. Será un juego de magia y fantasía, lo que nuestros ojos pidan a gritos en un tiempo donde la norma es chocar. Esperaremos un término medio en velocidad, en una era donde muchas veces la intensidad se exagera.

El presente nos revela que desde hace mucho la cita en la final, no fue para los dos mejores equipos del mundo. Por lo menos, no en lo que respecta a gustos e ilusiones. Se enfrentaban fuerzas y sistemas, táctica pura. Ahora, el desenlace obliga al espectáculo. Esos tres dedos, con destino arco, que forzaron a que el balón se colase como daga por la izquierda del pórtico del gigante Cech, dieron pase a lo que la gente soñaba y proclamaba. Espectáculo puro. En Stamford Bridge, la ineptitud del noruego Henning Ovrebo, para la mayoría del mundo, tuvo que ver más con el destino, que con el error. De todas formas, extraño. Lo cierto, es que ese disparo de Iniesta con plaza a Roma era una solicitud, que ya no quería repetir batalla inglesa. Fue un bombazo que pidió permiso, a última hora, para retar y encontrarse con ese Manchester que en 11 minutos acabo con el buen juego del Arsenal. Fue una explosión de tiempo que remite al paraíso. Al fútbol que nos gusta. A un duelo de realidades que promete más dramatismo que cortocircuito. Que enfrentará a los dos campeones de las dos mejores ligas del mundo, ante el declive de la Serie A. Los 72 mil espectadores que asistan al Olímpico, tendrán el placer de presenciar un duelo entre el Manchester United y el FC Barcelona. Los dos mejores equipos del mundo.

Ese 27 de Mayo, se fija como una fecha próxima a registrarse en los libros. Se espera que ayude a definir, en verdad ¿que es el buen fútbol?. Es decir, cual postura sustenta la lógica en un juego que tira más para la ilógica. Ese que necesita de pocos pases y necesaria producción para llegar al gol o el que a partir de incontables toques e inteligencia, te lleva a la satisfacción. La táctica solvente o el vértigo. El cuadro más sólido de Europa, contra el colectivo. La consistencia del veterano Ferguson o el show y la regularidad del ya ganador, con disfraz de novato, Guardiola.

El juego promete y mucho, sin embargo, para que tenga grado de perfección se espera por la recuperación de piezas claves en ambos cuadros. Los azulgranas no serían los mismos sin la genialidad de Iniesta y la potencia de Henry, mientras que los “reds”, perderían presencia y efectividad si no llegara a tiempo, su capitán, Rio Ferdinand. Estos grandes detalles provocarían lamentables rotaciones y trastornarían, aún más, el pensar de dos técnicos que no quieren dar cuenta regresiva, a ese Miércoles de gala.
Como no se puede dejar de anticipar, el preámbulo estará en identificar quién interpretara el papel de Maximus, en un Olímpico, que será imaginado como el coliseo de la verdad. Quién tomara el papel de gladiador. El de Russell Crowe. Como fomenta el fútbol de hoy, en Roma no solo estará presente el trofeo más importante de Europa, sino también, el del jugador. El de la individualidad. El que disfruta el fanático de estos tiempos. Un intangible balón de oro que sustentará quién luce mejor el terno de crack. El del momento crucial. Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, dos distintos que tendrán que enfrentarse a la guerra que aclama el deporte mediático y comercial que se práctica en el nuevo siglo. El argentino y el portugués, seguro lo tienen en mente. Será un plus, pero no su obsesión. Su objetivo es otro. Es colectivo, tiene orejas grandes y te lleva a la gloria. Para ambos intérpretes, conquistar Roma, es lograr la Champions. Su Óscar ficción.
A nosotros, los espectadores, nos queda esperar la fiesta. Unos probablemente como antesala, anhelen una final como la de Barcelona 99 o quizás, algo parecido a la locura de Estambul 2005. El juego nos atrae a la especulación. Nos ha enseñado a creer, pero ¿quién sabe? Solo, hay que esperar.

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