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lunes, 24 de mayo de 2010

La fórmula de Mou

Cambiar un pasado inmediato difícilmente pueda pasar desapercibido. Toda reforma demanda de un proceso de asimilación. Como la irrupción de un nuevo poder político, las sociedades tienen que interpretar una situación a la cual en muchas ocasiones ni el tiempo les da la razón. José Mourinho no llegará a Valdebebas a intentar cumplir con una mística futbolística. Tampoco a pretender robarle aplausos a las gradas del Bernabéu. El portugués viene a reforzar la filosofía de Florentino Pérez y mostrarle al mundo que, en el fútbol de hoy, armar la pizarra es tan indispensable como el propio talento. Si bien el Madrid en los últimos años se transformó en un cuadro de jugadores, antes que de entrenadores, ahora necesita abonar una barbaridad para traer a un astrólogo ingenioso que saque a relucir la brillantez de sus estrellas. Interpretablemente, dentro de una prioridad colectiva con finalidad de triunfo.

Agotada otra temporada en blanco, el cuadro más ganador del torneo más importante del viejo continente requiere volver al lugar que pertenece. Lo sueña y anhela tanto como esos treinta y dos años de angustia que sufrió para por fin levantar la séptima. El fantasma de octavos en la Champions League no debe aparecer más y para eso cerrarán con Mourinho. Un técnico que condensa todas las necesidades próximas del Real Madrid. Es decir, ganar, ganar y ganar. Mediante una estrategia compacta, intentará buscar un grupo comprometido de jugadores que concentren su siguiente sueño: ser el único entrenador en haber conseguido la UCL con tres instituciones diferentes.

"Algo que para mí es muy claro, es que para asumir el control del juego hace falta tener el balón. Disfrutar de él. Mi idea táctica principal pasa por tener la pelota. Quiero una alta circulación de balón y, para que eso acontezca, los jugadores deben saber que, en determinada posición, está un compañero." Créanlo o no, esta frase pertenece a Mourinho. No a Guardiola ni Bielsa. Si algo demostró el tricampeón, Inter de Milán, fue que no siempre el dominio de un encuentro lo tiene quien controla el balón. Pues también se puede lograr sin él; siendo aplicando en las marcas, reduciendo los espacios al rival y descifrando porque sectores del campo pueden transitar. En el Camp Nou lo demostró anulando las situaciones de gol del Barcelona, a pesar del inalcanzable porcentaje en dominio de pelota por parte del local. ¡Es que hasta Milito tuvo responsabilidades defensivas! Incluso Eto´o, en ciertos pasajes del encuentro, mostró cualidades de lateral derecho. Función que, por las circunstancias del partido, no lo desnudo futbolísticamente. Ni en el más anti estético sueño culé se le hubiese imaginado así. Claro está, si aún vistiera lo colores blaugranas.

A contracara, el final del camino se descifró de manera distinta. Más sencillo, quizás. Respetando el mismo estilo, pero nublando la creatividad del Bayern de Van Gaal y aprovechando a la perfección el factor sorpresa. Misión que elevó a lo más alto de la gloria a Diego Milito. Y claro, también a José Mourinho. Un tipo distinto que volverá a Madrid con un valor mayor y, sin duda, más autoritario. Ayer, afirmó ser el mejor entrenador del mundo. Por ahora, quien se lo puede reprochar. En fin, la fórmula de Mourinho no se deberá acoplar al juego de Cristiano Ronaldo, Kaká o quien traiga. Cada una de esas piezas tendrá que encajar en su rompecabezas. Así de simple. Como lo hizo siempre. Si a Milán llegó con trece títulos y salió con dieciocho, de Madrid espera salir aún más prestigioso. Pues “Mou”, como ya lo llaman los medios más importantes de la capital española, no llegara para mejorar una cultura futbolística, sino para acabar con la hegemonía de Guardiola y afirmar lo que mejor sabe hacer: ganar.