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martes, 15 de septiembre de 2009

A rotar cabezas, pero no la punta.

Minucioso con su particular forma de trabajar y efectivo en su intento de transmitir a sus jugadores una metodología, donde el esfuerzo y compromiso equivalen a un plantel sin titulares ni suplentes. Estamos ante un técnico moderno. Frente a un plan dosificador que pide sacar el máximo rendimiento de sus futbolistas. La cantidad de jugadores que más cambio de un partido a otro, fue 5. Lo aplicó en 10 ocasiones. Pero no sólo es capaz de cambiar a algunos. Lo puede cambiar todo. Renovó toda su oncena en la derrota en Ayacucho ante Inti Gas.

A esta altura del partido, parece fiarse en sus convencimientos para llegar a ese gol que le pueda dar un campeonato. Una diferencia que lo mande directo al anónimo vestuario. Como ya lo realizó alguna vez, en su auspiciosa aventura por Tacna. Con oídos sordos a los juicios externos de mal fútbol de los precursores de la estética, pero con su cabeza metida en el día a día del equipo, su continua rotación de jugadores espera ser el certificado que lo titule en el largo libro de campeones del fútbol peruano. Y, de paso, poner en evidencia a aquellos que no siguen su línea resultadista. Cuando llegó propició un equipo con orden, dinámica y sacrificio. En ese momento nadie imaginó que se ejecutaría en base al equitativo plano de las rotaciones. Pero entonces, ¿Qué es lo que busca? “La competitividad. No quiero que mis jugadores vayan a los entrenamientos pensando que serán titulares, sino sabiendo que tienen que luchar por un puesto"

Emergente frente a la intensidad del fútbol riguroso de hoy, la rotación de futbolistas se aplica, principalmente, con el fin de no desgastar al jugador por cuestiones físicas y así asegurar siempre un nivel elevado en cada partido. En 37 partidos, entre las 31 jornadas jugadas hasta la fecha por el torneo local y las 6 por Copa Libertadores, Juan Reynoso, por ejemplo, solo repitió alineación una vez. Fue en la fecha 24 en la victoria ante la San Martín. Un constante y amante del método, Rafa Benitez, encontró la explicación perfecta para la ocasión. Luego de mandar a Fernando Torres al banco, tras haber marcado un hat trick, una semana anterior, trajo a escena una situación cotidiana para explicar su controversial decisión. Comparó al jugador con la nueva tostadora de panes que su esposa compro para su hogar. El técnico del Liverpool, aseguro que si bien la tostadora trabaja con mayor rapidez, su utilidad diaria le quitará efectividad y vigencia, por lo que era normal que de vez en cuando se utilice el horno, para darle el uso requerido después. Pasados algunos minutos le preguntaron si incluiría al punta para el siguiente encuentro y este respondió que también tenía en cuenta a la parrilla. Su amplio número de piezas, le ostenta un horizonte más ancho en posibilidades.

Además, en la medida de lo posible, el riesgo de lesiones pierde frecuencia. Al reducir la carga de partidos que demandan los innovadores calendarios futboleros, la resistencia del talento será mayor. Claro, dependiendo también de las particularidades de determinados jugadores. A diferencia de Puyol o Galliquio, que gracias a sus musculaturas pueden soportar un alto ritmo de partidos, Arjen Robben o Miguel Torres son prodigios a no aguantan dos encuentros en una semana, sin quedar expuestos a una nueva lesión. Dicho sea de paso, Galliquio fue el defensa que más figuro en las oncenas de Reynoso con 28 apariciones. El laboratorio que tiene el AC Milán, oficializó que debido al exhaustivo y personificado seguimiento a sus jugadores, el cuadro rossonero ha reducido en 80% las lesiones musculares en sus futbolistas.

Raúl Fernández, con 29 apariciones, fue el que más arrancó y el, que como confirmando lo que probaron en Milán, terminó lesionándose. En la defensa, además de Galliquio, Renzo Revoredo, con 24, fue quien más salió desde el vestuario. En la volante, el titular entre comillas fue Rodolfo Espinoza, con 23 presencias, y GianFranco Labarthe fue el delantero con 20.

Fernández, no es una tostadora. Galliquio, no es un horno. Galván, mucho menos una parrilla. Cada uno de ellos, sin embargo, es una pieza fundamental de un colectivo que el domingo 13 de diciembre quiere rendirle un homenaje al individuo que habría sido capaz de ese logro: Juan Reynoso

lunes, 14 de septiembre de 2009

10 años en el blanco.

Con Bodo Ilgner como amo de la valla de sus sueños y Santiago Cañizares de sustituto habitual, con 16 años Iker Casillas presenció la sétima Copa de Europa del Madrid frente a su televisor. Nunca esperó que la ilusión, que lo perturbó durante muchas noches, le tocase la puerta solo un poco más de un año después, con la luxación de hombro del alemán y la ida del español. A punta de trabajo, el joven portero se ganó el debut con el buzo del Real Madrid, cuando John Benjamín Toshack lo mando al ruedo un 12 de Setiembre del 1999 ante el Athletic de Bilbao en San Mamés.

A partir de allí nadie le pudo arrebatar ser el escudero de un pórtico tan importante, excepto por Cesar Sanchez, quien en la temporada 2001-2002 le quitó el crédito de titular indiscutible, saliendo en lista desde el banco, incluida la final ante el Leverkusen en Hampden Park. Sin embargo, la recordada lesión de César en ese juego ante los alemanes le dio la oportunidad de poner en evidencia a aquellos que dudaron siquiera un instante de su destreza. Con el título en juego, Del Bosque lo mando al campo y este demostró que no siempre lo más difícil para un arquero es ingresar en un juego ya en curso. Con atajadas ejemplares, cubrió la gala de Zidane y cooperó para que el Madrid logre la añorada novena Copa de Europa.

Su fortaleza de piernas, reflejos inexplicables y sus achiques a tiempo, empañaron de alguna manera su debilidad más notable, en sus inicios: Los recortes aéreos. Cuando el rival observaba que en pórtico del Madrid, Casillas sería el guardameta, planificaba seguir las vías correspondientes que los lleven a abusar de los centros. Con un sin fin de partidos, el canterano notó que su falencia estaba en la decisión. La duda de salir o no a interceptar balones suicidas se interpretó como la principal razón a su desequilibrio profesional. Pero el canterano entendió que no hay mal que dure para siempre. La seguidilla de partidos con el escudo merengue en el pecho y su crecimiento emocional, lo llevaron, con el paso del tiempo, a ser una autoridad en ese rubro. La madurez futbolística alcanzada lo hicieron parte de una serie de triunfos: Dos Copas de Europa, cuatro Ligas, tres Supercopas de España, una Supercopa de Europa y una Copa Intercontinental. En lo individual, ha sido de los porteros más regulares en los últimos años. Junto a Buffon, se ha mantenido a la par en ese escalón superior, turnándose la hegemonía de ser el mejor. Actualmente, el brasileño Julio César pone en juicio su supremacía.

El último sábado en cancha del Espanyol, San Iker, cumplió 10 años defendiendo el arco blanco. Toda una vida pasó bajo los tres palos. Entre innumerables títulos, lamentos y una grandeza profesional, que no se discute tanto por su capacidad como humildad. Alguna vez Paco Buyo, portero histórico del Madrid, comentó que si los porteros no partirían con desventaja para la obtención del balón de oro, Casillas ya tuviera el reconocimiento en su casa. Pero a pesar de los halagos, Casillas nunca se mareó. Siempre fue el mismo. Aquel que desde la tele de su casa sonrió con el gol de Mijatovic y tiempo después con un gran cartel realzó su identidad. Cuando lo incluyeron en el mediático circulo galáctico, el no dijo ser de otra galaxia, sino de su pueblo, Móstoles.