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lunes, 11 de julio de 2011

Paolo Guerrero: La convicción del gol

El poder del convencimiento parece haber escarbado con dedicación ese hoyo profundo donde se encontraban enterrados algunos ideales innegociables para todo proceso de selección como son el buen ambiente de convivencia, el optimismo, la confianza, la actitud y la misión más próxima que tenía por cumplir Markarián al agarrar el cargo de entrenador: devolverle al jugador peruano las ganas de vestir la camiseta de su selección. Ese sacrificio temporal de cada individualidad, para intentar colarse, en un principio, dentro de la lista de algún micro ciclo y, posteriormente, entre los 23 de la Copa América. Entonces, buscando convicciones y ahuyentando las dudas, el uruguayo rescató con abasto ciertos rasgos que merodeaban perdidamente entre los residuos del proyecto Del Solar, para emprender un largo viaje que espera encontrar viabilidad en Brasil 2014.

Sin embargo, más allá de revivir estos valores intangibles, tan evidentes en el conjunto que nos representa por estos días en Argentina, el equipo nacional recuperó a su jugador bandera: Paolo Guerrero. Un chocador de área con apellido de luchador, que supo reunir en su momento las características necesarias para convertirse en la figura del pueblo; adorado por los más jóvenes y aceptado por el pesimismo de los mayores. Un habilidoso delantero que recorre acertadamente el campo rival y que labura muy bien de único punta, siempre protegido por los hombres que trabajan por los costados, consolidándose como un futbolista de hierro, de esos que no pierden fácilmente la posición, a pesar del ímpetu del contrario por hacer prevalecer su presencia. Un tipo de raza que hoy aparenta disfrutar del fútbol más que nunca, pero que jamás podrá olvidar el martirio que vivió, durante la eliminatoria pasada, cuando se cumplió su suspensión y volvió a ser convocado para la selección.

Esta vida con Armin Veh de vacaciones, se acentúa como más llevadera y armónica para Guerrero. La poca continuidad que le brindó el entrenador alemán en el once inicial del Hamburgo, en la temporada culminada, y su lamentable registro de 5 tantos, entre Bundesliga y Copa Alemana, contrastan con la perfecta producción, de un tanto por partido, que conserva hasta el instante en el conjunto peruano. Efectividad total para un delantero total. Ante Senegal, Uruguay y México reveló un completo repertorio de recursos, siempre gritando goles definitivos. Le tocó chutar con poco ángulo, de zurda y en seco al arco africano, para decir presente en la era Markarián; le marcó notablemente un pase fantástico a Michael Guevara, efectuando una carrera kilométrica que dejó en evidencia a un tiempista como Lugano y a un desparramado arquero Muslera; y en el encuentro que nos depositó en cuartos de final de la Copa América, aguantó habilitado para darle un pase a la red, tras una nueva asistencia del cerebro del Boys. Paradójicamente, la anotación de cabeza es la única que se le ha negado en esta competición. En el debut ante Uruguay, no logró darle la dirección a un milimétrico centro de Vargas, que terminó saludando a la publicidad; mientras que contra los de Tena, no supo aprovechar un servicio de Yotún, que convirtió en figura al portero Michel.

Tomando distancia del otro Paolo, aquel que se rebajaba a discutir con los hinchas sobre su sexualidad o a lanzar botellas a los aficionados, este recuperado personaje nos revela su verdadera condición. La de un futbolista sobrio que tiene entre sus planes comerse al mundo. “Soñar es gratis, yo vine a jugar los 6 partidos”, ventiló sin reparos a los medios extranjeros, acabado el choque ante los mexicanos. Sin duda, se nota que a este Guerrero lo rodea un aura diferente. Una placentera sensación, sin mayores presiones. Y una tranquilidad interna, que le propicia mayor libertad para decidir sin miedo lo que demanda cada jugada. A diferencia de antes, Paolo tiene licencia para mandar el balón a las nubes si su instinto de depredador lo ve necesario. Un gran indicio para un autentico “punta de lanza” que así como nos hará delirar con sus anotaciones, también nos incitará a llevar las manos a la cabeza, cuando erre alguna terminación en especial.


Por lo visto, el banco será su lugar en la tercera prueba de Perú ante Chile. Así lo ha certificado ya Markarián. Desafortunadamente, cuando se le presenta la oportunidad de enfrentar a su rival preferido. Un oponente diseñado a su medida, frente al cual siempre vio la luz (3 goles en 3 partidos). Y pensar que, ¡hasta el viento definió por él, alguna vez! Fue allá, por noviembre del 2004, en el proceso de Paulo Autuori. El público presente en el viejo Estadio Nacional y la noche fueron testigos de una jugada en la que la pelota dejó de ser pelota por unos segundos, para disfrazarse de globo fugaz. El balón inesperadamente tomó una curva extraña y Guerrero se emocionó hasta las entrañas, al ver como el cuero besaba la maya de Nelson Tapia. Lo festejó a lo grande, cómo seguramente lo hará hoy, en caso cualquiera de sus compañeros consiga meterla ante los de Borghi. Es evidente que si en algo cambió aquel joven del Bayern Munich, a diferencia del hombre que hoy defiende los colores del Hamburgo, no es exactamente en su aspecto físico ni en su forma de sentir el gol, sino en su nueva manera de concebir el fútbol. Ahora, con otras responsabilidades, más vinculadas al ámbito del liderazgo, Guerrero denota una faceta de tipo serio y mentalizado, al cual ya no le perturban otras situaciones que no lo acerquen a esas convicciones que también persigue su técnico, Sergio Markarián.