Red Bull Music Academy Radio

sábado, 4 de diciembre de 2010

Cuando un mes vale un año

Parece mentira que un recargado y trascendental mes borre una genial temporada. Suena extraño pero una Copa del Mundo es capaz de arrojar por la ventana once meses de enorme talento e irreprochable eficacia. El Balón de Oro distingue al mejor del año, pero olvida al mejor de todos. Y, entonces, ¿quién premia a aquel distinto? Aparentemente Lionel Messi cometió un pecado dentro de un colectivo que no llevaba ruta de gloria, pues vestido de celeste y blanco intentó ser ese indomable jugador azulgrana, que continuamente saluda redes en España. Aquel que frecuenta estar en estado de gracia mínimo dos veces por semana y es adorado por Cataluña y el mundo. Aquel que encuentra espacios en el campo de juego y rompe defensas como si fueran torres de arena. Aquel que se siente muy bien rodeado por un conjunto de jugadores que toca el balón con la misma naturalidad con que una hoja deja su árbol en otoño. Sin embargo, en Sudáfrica nunca se topó con estos privilegios. No fue feliz jugando al fútbol y su destreza no confabuló del todo con su equipo. El cuero se le negó a menudo, aceleró distante de los metros finales, no asomaron los mismos receptores y no festejó gol alguno. Entonces, al convertirse en presa fácil de los sistemas tácticos, la ilusión se esfumó el 3 de Julio del presente año ante la Alemania de Joaquim Low. El primer cuadro de rigor al que la Argentina se enfrentó en su cita mundialista. Y, por tanto, su pasaporte latinoamericano no cuenta con los requisitos necesarios para viajar al escenario europeo, a inicios del próximo año.

Transcurrieron casi cinco meses desde que culminó el Mundial y las voces reclaman a Xavi e Iniesta como prioritarios candidatos para recibir el reconocimiento en enero, a vistas de Zurich. A pesar de ello, ninguno relega al argentino. “Es el mejor del mundo”, coinciden los cerebros culés. Y el rosarino les devuelve el cariño: “Xavi e Iniesta son los favoritos para el Balón de oro”. Más mesuradamente solicitan a Wesley Sneijder, de magnífica temporada en el Inter de Mourinho y notable Mundial con Holanda. "Es una gran oportunidad. Obviamente para mí soy favorito, aunque lo ganará el mejor”, oficializó esta semana el mediocampista de aspecto humilde y pegada endemoniadle. A estos españoles del Barcelona y al holandés habría que sumarle a Diego Forlán. El uruguayo sorprendió al mundo con su clase y, en consecuencia, la FIFA lo distinguió como el mejor futbolista de la Copa del Mundo. Aunque con el Atlético de Madrid no mostró ni una pisca del modelo mundialista. “Estar dentro de la lista de finalistas ya es increíble y no es nada fácil con los jugadores que hay”, anticipó el charrúa.

Pero, ¿dónde quedó Messi? ¿Tanto peso tiene la FIFA que empaña de sobremanera a entidades como la UEFA? Sin duda, la historia lo revela así. El fútbol tuvo fundamento cuando se inventó la Copa del Mundo. "En el año del Mundial, el Mundial hace la diferencia”, asegura Michel Platini, Presidente de la UEFA y tres veces ganador del premio individual. Por si fuera poco, la FIFA se asoció este año con la revista France Football, por lo que ahora el galardón lleva el nombre de FIFA Balón de Oro.

Desde que se efectuó la primera premiación en 1957, solo seis campeones del mundo han recibido los honores. Bobby Charlton fue el primero, tras vencer en su país en 1966. El siguiente fue Paolo Rossi en 1982, al triunfar en España y ser el máximo anotador de la competición con seis tantos. Por su temple y calidad, Lothar Matthaus se subió a lo más alto del podio al celebrar en Italia, en 1990. Ocho años después, Zinedine Zidane con su cabeza reclamó condecoraciones. Recordemos que en 1995, France Football ensanchó sus horizontes y permitió futbolistas de todos los rincones del planeta para la elección. George Weah, el liberiano, fue el primero en romper la faceta, justamente en el año del cambio. En el 2002, ocho gritos y la Copa Mundial le bastaron a Ronaldo para adjudicarse el laurel. Estuvo lesionado hasta Junio, pero Corea y Japón le brindaron armas para volver a ser un ambicioso artillero. Si este insaciable del gol no hubiese recuperado su mejor versión, seguramente Zidane pudiese haber distorsionado la apuesta. El Madrid arrollaba a su ritmo y con esa volea intolerable en la final de Glasgow, ante el Leverkusen, era bolo fijo en la selección. Pero una inapropiada molestia en el muslo de la pierna izquierda le propició una nefasta participación, y pocos minutos para poner a prueba su magia. Si bien con el cuadro de Del Bosque alzó la novena Copa de Europa para los merengues, con el de Lemerre no accedió de la zona de grupos. Francia fue un fiasco y Zidane no obtuvo consuelo alguno.

En el 2006 se produjo el caso más controversial. Fabio Cannavaro, de aceptable cierre de campaña con la Juventus y mediocre inicio de temporada con el Real Madrid, se aferró al sistema defensivo de Marcelo Lippi para levantar la Copa del Mundo en Alemania y recibir el Balón de Oro. El italiano estuvo preciso en cada anticipo y cruce que su selección lo demandó, dentro de una escuadra que se recordara por su orden y simpleza para rechazar el peligro. Quién perdió la sonrisa en cuartos de final de ese Mundial fue Ronaldinho. El brasileño supo maravillar hasta al más amargo aficionado del fútbol con la 10 del Barcelona, pero desilusionó en suelo alemán. Con Parreira no fue el de Rijkaard y no logró un segundo Balón de Oro consecutivo. Luego de ese negro capítulo, Jar Jar Binks, como lo solía llamar Luis Omar Tapia en los relatos de ESPN, jamás volvió a disfrutar del fútbol de la misma manera.

Al igual que la poca suerte de Zidane en el 2002 y Ronaldinho en el 2006, Messi no será consentido en este 2010. Evidentemente, imponerse en La Liga, no pasar de las semifinales de Champions League, vencer en el Mundial de Clubes, quedarse con las dos Supercopas y reclamar algunos balones a los árbitros, por marcar tres o más goles en un solo partido, no será suficiente. La Copa del Mundo define al futbolista del año y no al mejor de todos. Por tanto, como buen compañero, Messi estará presente en Zurich anhelando que la distinción individual permanezca en su vestuario, a pesar que la gran mayoría del mundo lo vea como un talento superior al resto.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Hasta el fin del mundo

Domar el balón durante 90 minutos, encontrar comodidad en el campo, pregonar el toque a costa de muchos receptores, llenar constantemente espacios, hallar naturalidad en el juego y relegar al rival a desplegarse en solo 30 metros nos remite a pensar en un estilo que no admite otras propuestas, que es autoritario, y que parece no tener antídoto alguno. La soltura y clase del Barcelona anonadó a un Madrid que jamás propuso un plan de juego. Nunca se sintió grato en el Camp Nou y tampoco logró asociar a sus jugadores. Pareció un equipo desarticulado, que se complicó demasiado para neutralizar a un colectivo que caminaba a placer. Los de Guardiola tiraron sobre la mesa una jerarquía incuestionable y defendieron a muerte aquella frase con la que hace un tiempo su propio técnico los calificó: “Con este equipo se puede ir al fin del mundo”. Y sí, qué duda cabe. Cuadros así aparecen una vez por década. Frente a quién sea y dónde sea, el Barza presenta la misma propuesta. Le planta caza al Almería, Manchester o Real Madrid. Cualquiera de ellos da lo mismo, aunque las satisfacciones tengan sabores distintos. Y más aun si le falta el respeto al opositor de toda la vida, cantándole una mano de goles.

Definir al hombre de la noche hasta ahora se hace complicado. No creo que haya un intérprete que tras la actuación de ahora baje de los 7 puntos. Lo más sencillo sería destacar a todo el elenco. La aprobación es total. Desde la capital española hasta la ciudad condal. Dejan la sensación que trabajan como hormigas, en conjunto, para subsistir dentro del campo de juego. Xavi es un amante del balón. Dirige una banda de arquitectos, donde el plano está dibujado en cada una de las cabezas que lo acompañan. El tipo no es avaro y elige siempre la ruta ideal. “Sin ellos no soy nada”, aclara. Xabi Alonso y Khedira fueron sus más fieles espectadores. Pocas veces lo presionaron y repartió por doquier. Por si fuera poco, con algo de fortuna movió el marcador. Sergio Busquets cumplió su función de manera notable. Si no me falla la memoria, nunca erró un pase. Quitó, entregó y generó. Y pensar que Guardiola lo rescató de la tercera división. Sin duda, su mejor adquisición. Además, fue el hombre descarga en el segundo tanto anotado por Pedro, que indudablemente quedará grabado en la retina de todos los seguidores azulgranas por la concepción de la jugada. Y, claro, por los 21 pases que le abrieron el telón al gol. Justamente Pedro refleja su madurez partido a partido y se ha acostumbrado a marcar continuamente. Sobre todo al Madrid. Por la izquierda la labor fue armónica. Tanto en los recortes de Iniesta, en las apariciones de Villa, como en los vuelos sorprendentes de Abidal. El francés se pareció más a Maxwell. Atrás, firmes en los anticipos y atentos en las marcas, Puyol y Piqué fueron el soporte para llevar el peligro al área del frente. Le dieron respiro al equipo y trasladaron rápido el cuero a la zona rival. No tuvieron mayor riesgo.

Un párrafo aparte hay que brindarle a Messi. Su misión le requirió alejarse un poco de los metros finales, pero igual estuvo exquisito. No encajó un gol, pero festejó cinco. Villa no tardó en agradecerle: “No ha marcado, pero me ha dado dos pases... Siempre lo he dicho, es el mejor del mundo. No hay otro igual. Todo lo hace bien. Hace que los demás tengamos muchas facilidades”. Con Messi en el campo de juego hay aval para creer en lo inesperado. Aparenta estar siempre inspirado. No recogerá el balón de oro en Zurich, pero es el mejor del mundo. Hoy, lo evidenció con creces.

Desde el lado del madridismo, esta paliza servirá para bajar las expectativas. El termómetro de la ilusión estaba muy alto. Si bien falta mucha Liga, en estas disputas es que se gana. Solo compiten dos y, por tanto, contra el Barza no se puede caer. No hay que restarle mérito a Mourinho. A pesar de la catástrofe de hoy, el Madrid ha progresado como equipo. Aunque ahora no se notó. Los de Guardiola aún se encuentran muy lejos. Son los mejores del mundo. La armada de Mou nunca cuajó en el campo y, seguramente, su idea distó mucho de lo que se evidenció en el césped. Los dos laterales estuvieron terribles. Ambos, fueron dos puertas abiertas. Marcelo trajo al recuerdo el episodio vivido con Navas la temporada pasada en el Pizjuán y volvió a dejar en claro que sus dotes se relacionan más con el ataque que con la defensa. “Marcelo no me gustaba, pero ahora estoy enamorado de él”, ventiló a los medios Mourinho a comienzos de campaña. Después de hoy y al sustituirlo por Arbeloa, sin duda, dejó un aviso. Por su parte, Ramos nunca se alineó con los centrales y tanto Villa como Iniesta fueron los beneficiados. Continuamente recibieron libres. El Guaje lo rompió en el segundo gol. Su merecidísima expulsión fue un claro reflejo de frustración. Carvalho y Pepe tampoco colmaron con las expectativas. En una batalla donde estaban destinados a defender con inteligencia, estuvieron desprolijos en el juego entre líneas. Así llegaron el tercero y el cuarto. El quinto llegó por falta de actitud y por ello Jeffren debe seguir en vela. En el medio, el Madrid no consiguió imponer su presencia y con un Xabi Alonso apagado se hizo difícil activar a las bandas. Di María increpó muy solitario, mientras Cristiano Ronaldo no atinó en el uno contra uno. Pocas veces desafió. Ozil al igual que Benzema solo transito el campo y sin él los merengues no encontraron esa pausa que tanto aplaudió la afición en el Bernabéu. Lass ingresó a morder, pero la posesión siguió correspondiendo a los de Pep.

La escena de hoy fue hasta más amarga que el 2-6. Si rápidamente el Madrid quería enterrar ese precedente, hoy el Barza lo revivió y fortaleció. El Madrid no compitió y, entonces, se vio un cuadro más desdibujado que aquel de Juande Ramos. Si quiera ese 2 de mayo del 2009 se miró el arco culé. Hoy Mourinho no solo perdió su invicto como técnico merengue sino que recibió cinco tantos por primera vez en su carrera. El portugués deberá hablar menos en las conferencias y limpiarse la cara el próximo sábado, mientras el Barza disfrutar de un juego histórico. De una noche mágica que se recordará más allá de los goles, pues este equipo de solidarias hormigas, como resaltó Guardiola hace algún tiempo, completó una lección que invita viajar al fin del mundo.

domingo, 17 de octubre de 2010

Sin corazón no hay solución

Hay tipos en la tierra a los que les cuesta valorar la vida y es cuando están cerca de perderla que prueban su verdadera condición. Pasaron sus días repartiendo sonrisas e intentando guardar llantos y fue justamente en el desenlace que justificaron el precio que conlleva esta intangible bendición. Jefferson Farfán no perdió la vida, pero sí el corazón. Ese que le mintió por vez repetida a la ilusión colectiva y a un nuevo proceso que igualmente lo colocó en el escalón superior del escalafón del talento. Y por tanto, no supo aprovechar la excepcional chance que le brindó el seleccionado nacional para recrearse.

Para Markarián era el hombre que naturalmente podía distorsionar la monotonía de un encuentro plano y trabado. A priori debía ser el encargado de elevarle una velocidad al colectivo y sorprender mediante un desafiante cambio de ritmo. Su presencia, además, hubiese sido elemental para restarle verticalidad al equipo en caso el negocio no esté por las bandas, transportándolo al sector izquierdo del campo, ya sea como mediocampista o segundo delantero, e incitándolo a dañar con el perfil invertido. Un plan B que capitalizó los mejores 20 minutos de lo que lleva de curso la era Markarián, en el estadio BOM field de Canadá. Tragodara ocupó su lugar en la derecha y por la izquierda se juntaron Manco y Farfán. “Queríamos darle a la selección la posibilidad de contar con más delanteros en el campo. Si podemos aprovechar que Farfán y Vargas hagan las bandas nos iría bárbaro. Igual, no descarto que Farfán pueda jugar como jugó en el segundo tiempo”, precisó el uruguayo al acabar el primer choque preparatorio.

Pero no. Un rotundo NO. El aún 17 de la selección nacional, hasta que la Federación decrete su casi seguro arribo al casino Veneto en Panamá, dribleó su última oportunidad de tocar la gloria, en vez de al rival, y jamás volverá a llevar el escudo de su país en el pecho en un partido oficial. Unión que se inició un 23 de febrero del 2002, cuando “la foquita” maquilló un 5 a 1 ante Haití en Matute, su casa en aquellos tiempos. Sin embargo, esta alianza se transformó en romance la noche en que el Perú de Autuori brindó un show frente a Paraguay a vistas del Nacional, por la fecha inaugural de las Eliminatorias Alemania 2006. Jefferson ingresó en la segunda parte y definió a un lado de Tavarelli en el primer minuto de descuento. Un pase notable de Jayo dejó en evidencia a los mundialistas Gamarra y Da Silva, al observar cómo un potrillo de 18 años les burlaba las espaldas para sentenciar el 4 a 1. Aquel 6 de setiembre del 2003, aún deslumbrando en La Victoria, certificó con creces porqué el aficionado debía creer que la promesa más grande que sacó el fútbol peruano, en los últimos años, estaba próximo a convertirse en realidad.

En esa clasificatoria, Farfán sumó siete gritos vestido de blanco y rojo. Sus víctimas: Paraguay, Uruguay, Chile, Ecuador, Venezuela y Bolivia por duplicado. Anecdóticamente, sus únicos tantos por eliminatorias. Recordemos que no saludó a la red en ninguno de los cuatro juegos que dispuso de él Del Solar, claro está, antes de consumarse el vergonzoso capítulo “El Golf Los Incas”. Por si fuera poco, remató su acción cuando, con su ausencia, el seleccionado caminaba por el borde de la cornisa: “Me da mucha rabia no estar en Sudáfrica 2010”, anunció cobardemente desde Gelsenkirchen. Los malos resultados lógicamente lo requirieron a gritos y el delantero del Schalke 04 no dudó en abrir fuego, y disparar a sus compañeros.

Con el expediente cerrado, la esperanza y la inmune ilusión peruana empañaron toda infracción que en su momento realizaron los ya perdonados. “Es lindo volver a estar con los muchachos. La selección siempre será mi sueño”, ventiló a los medios Farfán al pisar Toronto. Lo ocurrido en setiembre del 2008 ya era parte del pasado y solo se intentaba hablar de fútbol, a pesar que en el medio peruano sea algo imposible. Y más aún si Manco y Galliquio obligaron a renunciar a tal misión. Canjearon las reglas de Markarián en Panamá y optaron por jugar su futuro en el casino, por lo cual dejaron de ser cartas hábiles para “el mago”. El del Aurich, no será más una pieza interesante para darle frescura al equipo; mientras el crema, dejará su multifuncionalidad en Ate.

Si algo le faltaba a esta amarga entrada era el plato fuerte: Jefferson Farfán se mofó en la selección. El jugador de 25 años demostró que no tiene moral y menos conciencia. Personalmente, no le creo ni lo que come. No merece más llevar los colores de la nación. Resultó ser “el tapado” del segundo episodio de escándalos titulado “Veneto”, demostrando que no fue capaz de reformular su error. No es un líder en la cancha, pero sí comanda la noche. De seguro no necesitamos de esos jugadores, a pesar que afloren las voces reclamando su escasa calidad. Para este nuevo comienzo, necesitamos gente que contagie de manera positiva.

Acostumbrado a la billetera gorda, Farfán olvidó su sueño de niño: participar en una Copa del Mundo. Aquel que Teófilo Cubillas argumentó como la graduación en el fútbol. Ahora su refugió será Europa. Allí, seguramente, encontrará tranquilidad festejando. Muy mediocre, dicho sea de paso. Para bien del país que se quede lejos. Hay que mirar adelante y no llorar por una ausencia sin solución. Si bien urgimos de talento, virtud irreprochable de Farfán, antes que todo debe primar el corazón.

lunes, 19 de julio de 2010

Nunca es tarde para agradecer

Durante toda esa semana, le advertí que ese domingo 14 en el Hotel Sheraton daría una charla Sergio Markarían. Constante con sus métodos y yo recién confabulado en el equipo de Partido Aparte y Versus, recibí una frase que con el tiempo se haría recurrente en las oficinas de Cable Mágico Deportes. “Colorado, no todos los días puede haber carnaval”. Julio Peña, productor del programa e indescifrable muchas veces con sus palabras, ya había dibujado su línea de cinco en defensa de cara a mis pobres intenciones de atacar con un solo hombre en punta, para poder asistir a la conferencia. Si existía alguna posibilidad de vulnerarla, de eso me podía aconsejar el uruguayo aquel fin de semana. Dentro de mis casillas y renegando internamente por el fuerte sol que apetecía un gran día de playa, llegue al canal para enfrentar un rutinario, pero siempre novedoso, domingo de Versus. La decisión estaba plantada y yo mentalizado para trabajar en el torneo nacional. Sin embargo, mi jefe soltó la raíz y arremetió con un: “Hoy, habla Markarián. Ese tipo sabe”. La verdad, no entendí su propósito. ¿Tiró una broma o quiso ponerle dramatismo al juego, quitando un defensor de su férrea zaga posterior? Felizmente, se arrinconó hacia lo segundo. Julio inamovible de su silla, me brindó su pase y junto a Daniel Peredo, uno de los conductores del programa, llegamos para presenciar al actual técnico de la selección peruana de fútbol, quien para ese encuentro compartiría con su audiencia sus fundamentos tácticos y estratégicos, a la hora de verse desafiado por un partido de fútbol.

Cortés, abierto ante la poca gente que asistió y sobrio hasta el momento, Markarián de pié empezó su clase teórica. No tuvo que pasar mucho rato para que Sergio lance el primer dardo. “Jugar bien es un número”. Al principio nadie entendió. Pero el tiempo, evidentemente, le daría la razón. Pues todo accionar es medible. Dentro de una filosofía realista que propone defender bien y atacar bien para jugar bien, existe la manera de evaluar una acción, siendo independientemente una defensiva u ofensiva, en su totalidad, la medida más genérica para analizar una jugada. Claro está, la tarea defensiva acaba cuando se tiene el balón y la ofensiva al marcar un gol. Mediante una gráfica estructurada y un gran número de colaboradores capacitados se obtiene una media. Entonces vamos, si colectivamente el contrincante llegó con balón dominado al área propia en 15 oportunidades, la estadística bota que se marco mal. Acorde con ello, se especifica en que zonas del campo no se presionó acertadamente y cuántas situaciones de riesgo para el rival generaron esas libertades brindadas. Individualmente, se realiza lo mismo. No faltara el oportunista que revele su gusto por el buen recorrido que hizo el volante central. “El 6 estuvo bien, eh... Lo vi robar 4 bolas importantes”. Desde el exterior, sin duda, se puede observar una historia, aunque la estadística te cuente otra. Muy distinta, por cierto. A contracara, los números afirman que ese jugador robó 7 balones, pero 3 de ellos no los asistió de manera correcta y, por consiguiente, una de esas imprecisiones acabó en gol. Entonces, indudablemente, algo está mal. Hay que mejorar. Con los números en la mano, Markarián puede asegurar que “se entrena por objetivos y se controla por resultados.”

Por tanto, si se entrena por objetivos, para el ex técnico del seleccionado paraguayo crear un ambiente positivo en los entrenamientos es fundamental. “Es el inicio de un buen proceso. Formar un patrón de juego, repartir funciones, elegir líderes y ensayar jugadas parten del buen clima de trabajo. Del día a día.” Y si se controla por resultados, siempre aparecerá el clásico “tribunero” que critique el concepto de juego. O el periodista que disponga de sus ventajas para lapidar ciertas decisiones, a su juicio mal tomadas. A ellos puede gustarle o no el sistema empleado, lo cierto es que se vive de los resultados. Hoy más que nunca, el score es el que se disfruta y el buen juego, como consuelo, solo se valora.

Pero esto no quiere decir que Markarián sea el anti fútbol. Al ex campeón con Universitario, también lo conmueve presentar un buen juego. Para ello ve indispensable conocer a su plantel y ser realista con lo que dispone. “Si tengo los profesionales necesarios para dominar el juego poseyendo la pelota, accedo. De lo contrario, esa no la única forma de controlarlo. Ajustar líneas y llevar al rival por el camino deseado, también cuenta.”

Desde que llevó a Sporting Cristal al mejor logró de su existencia, el “mago” no paró de ser, tras la salida de Oblitas, un fijo candidato para colocarse el buzo de la selección. Continuamente estuvo en el bombo. Incluso, en circunstancias, en el peldaño superior. Sus casi cuatro años viviendo en el país le sirvieron para saber que ese Cristal del 1997, no fue más que una isla en medio de un turbulento mar. “Con la buena participación en la Copa Libertadores de Cristal y el aceptable desempeño de la selección de Oblitas en la eliminatoria para Francia 98, creyeron que se solucionarían los problemas. Pero no, el fútbol peruano se quedó en el tiempo. El fútbol de ayer y hoy es el mismo. No tiene fundamento.”

Después de aquel viaje a la realidad que nos regaló a los presentes, llegó el postre. Lo que todos queríamos escuchar. Y sin muecas disparó. “Al fútbol peruano no lo soluciona un buen entrenador”. Pum! Fue un balazo directo al corazón para todos esos cegados que coinciden con la idea de que los responsables principales de los continuos fracasos fueron: Maturana, Autuori, Uribe o Del Solar. Evidentemente, acá hay que observar el bosque y no el árbol. La solución primordial pasa de ellos.

Luego de esa rutilante declaración, no solo se estaba descartando, auténticamente, para aceptar cualquier propuesta ligada a dirigir la selección. Además, se abrió campo para argumentar que la formación de profesionales y el manejo dirigencial eran nuestros más grandes errores. En cuanto a lo primero fue certero: “El futbolista peruano crece como el césped, para cualquier lado”. Y sí, quién lo duda. Con el poco compromiso de los clubes para restaurar sus divisiones menores y el corto ingreso para armar torneos competitivos, poco se puede intentar. Para Markarián, el futbolista debe seguir un proceso de formación. “A su genética, la debe defender una buena alimentación, compromiso en los trabajos, buena competencia en juveniles, rendimiento y actitud. Por otro lado, para definir lo segundo recordó viejas proezas. “Al glorioso Boca Juniors de los últimos años no lo saca campeón Bianchi, Basile o Russo. El máximo gestor de aquellas consecuciones fue Mauricio Macri. Paraguay no fue de casualidad a cuatro mundiales consecutivos, por la buena labor de Carpegiani, Markarián, Ruiz y Martino, sino por el gran respaldo que dio Oscar Harrison y complementó, luego, Juan Ángel Napout.” Es que Don Sergio la tiene clara. Sin buen techo, no hay seguro de vida. Quién marca el camino no debe ser el entrenador ni los jugadores, sino la dirigencia. Que a ciegas debe respaldar el proyecto, sin interesar que tan duro pueda darse un rebote en la prensa tras una supuesta goleada en contra, en la segunda fecha de la eliminatoria. Desde adentro o afuera, todos tenemos que contribuir. En nuestro chip de la ilusión, habrá que dejarle un espacio a la paciencia. El seleccionado de Bielsa, cayó goleado por Paraguay en la tercera fecha de la clasificatoria e igual fue al mundial. Vale entender que el proceso es larguísimo y se van a perder partidos. No sé cuantos, pero no todo será alegría.

Ahora, nos ponemos a pensar: ¿Tanto cambió el fútbol nacional desde finales del 2008, hasta hoy? No creo que a Sergio Markarián lo hayan convencido la buena imagen que mostraron los cuadros nacionales en la Santander Libertadores, la aparición del torneo de promoción y reservas y nada más. Manuel Burga debe haberlo tentado de otra manera, aunque Markarián no come vidrio. El señor sabe a lo que vendrá. Para su última experiencia al frente de un equipo, con 65 años de edad, no le hace falta llenarse más los bolsillos. El tipo pide la gloria. Convertirse en héroe y reemplazar por su nombre alguna avenida importante de la capital, o ganarse el crédito para, porque no, limpiar a José Díaz del Estadio Nacional. Es decir, convertirse en un intocable y ser recordado para siempre como el mago que desapareció el maleficio, el cual para muchos, a pesar de su llegada, seguirá siendo eterno. Seguramente, la calidad de jugadores que tenemos por muchos rincones del mundo, aquel talento del que todo técnico extranjero encuentra en nuestro país y se queda asombrado, su neta confianza en poder comprometer y convencer a los Pizarro, Farfán, Acasiete o Guerrero y su intento de sacarle a cada jugador el mejor rendimiento posible, son algunos de los retos que se interpusieron a cualquier cifra bancaria que le pueda haber tirado sobre la mesa el presidente de federación peruana de fútbol.

Aquel 14 de diciembre del 2008, salí del Sheraton contento de haber recibido un gran baño de fútbol. A mis anotaciones, el tiempo las transformó en oro y les brindó vigencia. Hoy, a Markarián le agradezco el desafío. No sé si lo lograra. A estas alturas, solo un mago lo puede saber. Si quiero vivir de esto es porque aún tengo el sueño de ver a mi país en un Mundial. De lo contrario no escribiría estas líneas. Esta también, es una buena ocasión para agradecerle a un par de personas más. Buenos amigos, por cierto. Nunca es demasiado tarde para hacerlo. A Daniel, por compartir conmigo esa tarde de apuntes. Y a Julio, por soltar las marcas y permitirme, después de ese gran día, querer aún más al fútbol.

lunes, 12 de julio de 2010

Iniesta acabó con la memoria

Andrés Iniesta debe estar agotado de escuchar que constantemente le formulen un perfil subjetivo, propio de una primera impresión. Aquella que a ratos engaña y sin prudencia le da la espalda a los firmamentos de la realidad. El natal de Fuentealbilla, ya debe de estar cansado de frecuentar en las secuencias imaginarias de quienes lo colocan en una oficina elaborando un método de trabajo antes que participando dentro de un concepto de juego tan bien practicado, donde con espacios va ganándose el puesto de gerente general, el elegido para distorsionar la monotonía del asunto y proponer cambiando de velocidad un encuentro, para, a continuación, relacionarse con cuanto socio se ofrezca como posible mejor receptor. Es que el estudiante de ciencias de la actividad física y del deporte, realmente debe de estar saturado de coincidir con todos los atributos que condensa un hombre de hogar, sin revoluciones emocionales, humilde cuando es expuesto, públicamente, y poco acreditado para protagonizar una noche tan complicada de asimilar y enloquecida como la que todo el mundo evidenció en el Soccer City de Johannesburgo.

“Es el mejor jugador que tiene ahora España, el más completo. Cuando no está en el campo lo echo de menos.” No hace falta que lo argumente Xavi. Entablan en el gramado el mejor de los idiomas del fútbol. El más continuo, dinámico y armónico. El de siempre, con puntadas modernas. Como próceres, serán recordados conjuntamente en la eternidad. Ambos, no solo marcaron un estilo de juego fabuloso, sino que lo defendieron a muerte. A capa y espada se rodearon bien y desafiaron con control, regate y toque a esa fuerte ola detractora, que propone como norma chocar antes que pasar. Que insinúa cortar antes que desequilibrar. Que intentó matar al más lindo de los juegos con una primera ronda que, sin duda, daba para entrar a llorar; para extrañar a los artistas y quemar de una buena vez los duros sistemas tácticos. Pero apareció España. En verdad no apareció, siempre estuvo. La derrota ante Suiza sobrepuso al resultado escoltando a la clase. Y quien sabe si, en efecto, fue el soporte ideal para enfrentar el mundial de otra manera. Para quitarse de encima el único peso en contra que poseían al empezar la copa, el favoritismo, y echarse a jugar en busca de su más grande ilusión: su primera copa mundial.

Contra Holanda no fue un partido sencillo. Encontraron regularidad posesiva como ante Alemania, pero no supieron atacar con claridad. Controlaron el cuero como de costumbre, pero por el terreno al que lo quisieron llevar los holandeses. Como Paraguay o Portugal, Van Marwick entendió que había que prevenir la obsesión de los de Del Bosque por dañar, restándoles profundidad e inquietando al rival cuando este se descuide en el fondo. Sneijder leyó con aciertos su función. Robben también, pero no la aprovechó. Un inmenso Casillas lo frenó. Los ex Madrid, jugadorazos. Cracks. Pero España mereció más. Sin Xavi prolijo en los pases entre líneas, Sergio Ramos tomó la posta por la derecha. Alocado como durante todo el mundial, aunque notable. Tiene un corazón gigante el sevillano. Por izquierda estaba Iniesta, muy solo sin Xavi. Hasta que lo halló, pero en otro cuerpo y alma. La entrada de Fábregas se consumó en una delicia para el 6. Del Bosque lo invitó a cenar caviar con su entrada. Se confabularon de maravilla y así lastimaron a los naranjas. Primero Andrés sirvió a Cesc en el 95, quién no facturó, y luego invirtieron roles. El aún jugador del Arsenal se encontró un balón en la media luna del área y sin marcas se la entregó al del Barza, que con tiempo y espacio venció a un magnifico Stekelenburg. A quemarropa no hubo lugar para la proeza. Al igual que en Stamford Bridge corrió para festejar a ese lado del campo, se sacó su revalorizada camiseta azul y trajo a escena a su recordado amigo Dani Jarque. Demostró que todavía lleva en el corazón a su compañero de inferiores y lo inscribió a tiempo como el jugador 24.

Quizás, César Luis Menotti emitió un doble sentido cuando aseguró que Iniesta es el mejor jugador del planeta, a pesar de su aspecto físico de “oficinista”. Pues el centrocampista administra la pelota como pocos y tiene la decisión entre ceja y ceja. Junto a Xavi, es el profesional con mejor visón periférica del mundo. Entre tanta objeción, sentenciaron probando que todavía se pueden lograr objetivos jugando al fútbol. Con su tanto, Iniesta situó en la gloria a la mejor generación de jugadores que dio la madre patria. Iniesta arrodillado con lágrimas de felicidad y alzando brazos al cielo identificó a todo un país, cuando acabaron los más de 120 minutos de juego. Iniesta cerró números para confesar que este deporte sigue siendo un arte. Iniesta marcó el gol más importante en la historia de España y rayó la última línea de una estrella, ahora, inmortal, arriba del escudo español. Iniesta rebautizó a Holanda como el eterno campeón sin corona, con el respeto que se merece su ex presidente de honor, Johan Cruyff. Iniesta rompió con la ley del favorito; aquella que le arruinó el sueño a tantas grandes selecciones. Iniesta alzó su voz para decir que el fútbol nunca más tendrá memoria.

lunes, 24 de mayo de 2010

La fórmula de Mou

Cambiar un pasado inmediato difícilmente pueda pasar desapercibido. Toda reforma demanda de un proceso de asimilación. Como la irrupción de un nuevo poder político, las sociedades tienen que interpretar una situación a la cual en muchas ocasiones ni el tiempo les da la razón. José Mourinho no llegará a Valdebebas a intentar cumplir con una mística futbolística. Tampoco a pretender robarle aplausos a las gradas del Bernabéu. El portugués viene a reforzar la filosofía de Florentino Pérez y mostrarle al mundo que, en el fútbol de hoy, armar la pizarra es tan indispensable como el propio talento. Si bien el Madrid en los últimos años se transformó en un cuadro de jugadores, antes que de entrenadores, ahora necesita abonar una barbaridad para traer a un astrólogo ingenioso que saque a relucir la brillantez de sus estrellas. Interpretablemente, dentro de una prioridad colectiva con finalidad de triunfo.

Agotada otra temporada en blanco, el cuadro más ganador del torneo más importante del viejo continente requiere volver al lugar que pertenece. Lo sueña y anhela tanto como esos treinta y dos años de angustia que sufrió para por fin levantar la séptima. El fantasma de octavos en la Champions League no debe aparecer más y para eso cerrarán con Mourinho. Un técnico que condensa todas las necesidades próximas del Real Madrid. Es decir, ganar, ganar y ganar. Mediante una estrategia compacta, intentará buscar un grupo comprometido de jugadores que concentren su siguiente sueño: ser el único entrenador en haber conseguido la UCL con tres instituciones diferentes.

"Algo que para mí es muy claro, es que para asumir el control del juego hace falta tener el balón. Disfrutar de él. Mi idea táctica principal pasa por tener la pelota. Quiero una alta circulación de balón y, para que eso acontezca, los jugadores deben saber que, en determinada posición, está un compañero." Créanlo o no, esta frase pertenece a Mourinho. No a Guardiola ni Bielsa. Si algo demostró el tricampeón, Inter de Milán, fue que no siempre el dominio de un encuentro lo tiene quien controla el balón. Pues también se puede lograr sin él; siendo aplicando en las marcas, reduciendo los espacios al rival y descifrando porque sectores del campo pueden transitar. En el Camp Nou lo demostró anulando las situaciones de gol del Barcelona, a pesar del inalcanzable porcentaje en dominio de pelota por parte del local. ¡Es que hasta Milito tuvo responsabilidades defensivas! Incluso Eto´o, en ciertos pasajes del encuentro, mostró cualidades de lateral derecho. Función que, por las circunstancias del partido, no lo desnudo futbolísticamente. Ni en el más anti estético sueño culé se le hubiese imaginado así. Claro está, si aún vistiera lo colores blaugranas.

A contracara, el final del camino se descifró de manera distinta. Más sencillo, quizás. Respetando el mismo estilo, pero nublando la creatividad del Bayern de Van Gaal y aprovechando a la perfección el factor sorpresa. Misión que elevó a lo más alto de la gloria a Diego Milito. Y claro, también a José Mourinho. Un tipo distinto que volverá a Madrid con un valor mayor y, sin duda, más autoritario. Ayer, afirmó ser el mejor entrenador del mundo. Por ahora, quien se lo puede reprochar. En fin, la fórmula de Mourinho no se deberá acoplar al juego de Cristiano Ronaldo, Kaká o quien traiga. Cada una de esas piezas tendrá que encajar en su rompecabezas. Así de simple. Como lo hizo siempre. Si a Milán llegó con trece títulos y salió con dieciocho, de Madrid espera salir aún más prestigioso. Pues “Mou”, como ya lo llaman los medios más importantes de la capital española, no llegara para mejorar una cultura futbolística, sino para acabar con la hegemonía de Guardiola y afirmar lo que mejor sabe hacer: ganar.

miércoles, 7 de abril de 2010

El indescriptible del balón

Grandioso, genial, sobrenatural. ¿Qué más? Se agotaron los adjetivos. Messi arrasó con el que para Guardiola era el juego del año. Lo acribilló. Se lo llevó de encuentro. Volvió a disfrazarse de ángel para matizar un milagro, que solo para el morbo podía escapar de sus manos. Apareció cuando más hacía falta y firmó una noche memorable: selló su primer cuarteto desde que viste de azulgrana (sexto jugador en lograrlo en la historia de la UCL), igualó a Rivaldo como máximo anotador del club en competencias europeas (25), se convirtió en el mayor goleador del torneo (8) y el Bernabéu ya lo espera con los brazos abiertos. Los agradecidos al fútbol, claro. Si la ley de Wenger consistía en que no reciba con libertad, quien previamente bautizó como artista, el rosarino se desentendió de todo límite y se colocó el traje de Monet en honor al francés, que desde la línea lateral lamentó tanto ingenio pintado por sus pies. Simplemente, Leo desafió contradicciones y acertó con su propia imaginación. Con sorpresa, si. Para la sorpresa, no. Con el argentino en el campo siempre hay aval para esperar lo asombroso. Lo extraordinario. Avisó por izquierda, inquietó por derecha, pero soñó por el centro. Tanto de afuera para adentro como tomando la vertical (tercer gol). Con espacios parece intratable para cualquier sistema táctico y, más aún, cuando el rival intenta neutralizarlo antes que poner a ruedo su identidad de juego. Por tanto, encontró licencias para avanzar y el Barza restó un paso en el cierre de cuartos, que lo pone a tiro de la casa blanca para Mayo.

Pero no todo se encierra en Messi. Si bien fue el epicentro de una erupción de buen fútbol, el soporte que halló a su alrededor le brindó la solvencia apropiada para marcar diferencias. Con dos tiempos totalmente distintos, el partido tomó direcciones diferentes. La dupla central emergente, Milito y Márquez, se acomodó tras el 0-1 anticipando y siendo el inicio de un bloque corto que se alargaba solo para atacar. Acorde a ello, el dominio de balón que apropio el local inclinó al Arsenal a tener que explotar a partir de ganar pelotas divididas con prospero traslado hacia los lados; forma en que se desniveló por primera vez el marcador. En el medio sector, ayudados por la presión impuesta por Dani Alves, Abidal y luego Maxwell, por las bandas, Keita y Busquets congestionaron con creces un mediocampo “gunner” que nunca encontró esa tranquilidad que tanto demandó Arsene Wenger previo al juego. En la creatividad, Xavi descargó desde muy atrás y todo derivó a dañar mediante individualidades.

De todas formas, el Arsenal fue el tanto de Bendtner y nada más. Luego, irrumpió el monopolio de Lionel. La “pulga” no solo ejecutó los seis tiros a puerta del barza en la primera mitad, sino que gritó tres: uno a distancia, otro en el área tras pase de Pedro y el final a velocidad con la frialdad de un crack. Tres maneras diferentes para pedir portada y señalar al cielo. En la segunda parte, ante un adversario más atropellador que encarador y necesitado de goles, el juego del Barcelona disminuyó en intensidad al igual que la figura de Messi. Era evidente que con la serie congelada, las tres anotaciones eran más que suficientes para casi todo el Camp Nou. Pero no para el jugador más ambicioso que tenia la cancha y el mundo. Un elegido de traje corto y alma de niño que no quería dejar su casa sin el balón. Su avaricia requirió agrandar su vitrina. Xavi por fin tomó visión periférica y mando a rodar un servicio entre líneas para Messi que con potencia y desequilibrio despilfarro contrincantes para dejarse confundir con Dios, y pedirle el cuero al árbitro alemán Wolfgang Stark.

Son 39 goles en 43 partidos los que lleva marcados hasta lo que va de temporada. Descomunal registro para un genio que juega un deporte inalcanzable para el resto y que nos incita a seguir abriendo el diccionario. Ahora lo espera el Santiago Bernabéu. ¿Volverán a sacarle pañuelos? ¿Será el eje de un nuevo 2-6? ¿Se acabará La Liga? ¿Quién sabe? Messi va por otro partido. Y claro, espera regresar a casa con un nuevo balón bajo el brazo.