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sábado, 4 de diciembre de 2010

Cuando un mes vale un año

Parece mentira que un recargado y trascendental mes borre una genial temporada. Suena extraño pero una Copa del Mundo es capaz de arrojar por la ventana once meses de enorme talento e irreprochable eficacia. El Balón de Oro distingue al mejor del año, pero olvida al mejor de todos. Y, entonces, ¿quién premia a aquel distinto? Aparentemente Lionel Messi cometió un pecado dentro de un colectivo que no llevaba ruta de gloria, pues vestido de celeste y blanco intentó ser ese indomable jugador azulgrana, que continuamente saluda redes en España. Aquel que frecuenta estar en estado de gracia mínimo dos veces por semana y es adorado por Cataluña y el mundo. Aquel que encuentra espacios en el campo de juego y rompe defensas como si fueran torres de arena. Aquel que se siente muy bien rodeado por un conjunto de jugadores que toca el balón con la misma naturalidad con que una hoja deja su árbol en otoño. Sin embargo, en Sudáfrica nunca se topó con estos privilegios. No fue feliz jugando al fútbol y su destreza no confabuló del todo con su equipo. El cuero se le negó a menudo, aceleró distante de los metros finales, no asomaron los mismos receptores y no festejó gol alguno. Entonces, al convertirse en presa fácil de los sistemas tácticos, la ilusión se esfumó el 3 de Julio del presente año ante la Alemania de Joaquim Low. El primer cuadro de rigor al que la Argentina se enfrentó en su cita mundialista. Y, por tanto, su pasaporte latinoamericano no cuenta con los requisitos necesarios para viajar al escenario europeo, a inicios del próximo año.

Transcurrieron casi cinco meses desde que culminó el Mundial y las voces reclaman a Xavi e Iniesta como prioritarios candidatos para recibir el reconocimiento en enero, a vistas de Zurich. A pesar de ello, ninguno relega al argentino. “Es el mejor del mundo”, coinciden los cerebros culés. Y el rosarino les devuelve el cariño: “Xavi e Iniesta son los favoritos para el Balón de oro”. Más mesuradamente solicitan a Wesley Sneijder, de magnífica temporada en el Inter de Mourinho y notable Mundial con Holanda. "Es una gran oportunidad. Obviamente para mí soy favorito, aunque lo ganará el mejor”, oficializó esta semana el mediocampista de aspecto humilde y pegada endemoniadle. A estos españoles del Barcelona y al holandés habría que sumarle a Diego Forlán. El uruguayo sorprendió al mundo con su clase y, en consecuencia, la FIFA lo distinguió como el mejor futbolista de la Copa del Mundo. Aunque con el Atlético de Madrid no mostró ni una pisca del modelo mundialista. “Estar dentro de la lista de finalistas ya es increíble y no es nada fácil con los jugadores que hay”, anticipó el charrúa.

Pero, ¿dónde quedó Messi? ¿Tanto peso tiene la FIFA que empaña de sobremanera a entidades como la UEFA? Sin duda, la historia lo revela así. El fútbol tuvo fundamento cuando se inventó la Copa del Mundo. "En el año del Mundial, el Mundial hace la diferencia”, asegura Michel Platini, Presidente de la UEFA y tres veces ganador del premio individual. Por si fuera poco, la FIFA se asoció este año con la revista France Football, por lo que ahora el galardón lleva el nombre de FIFA Balón de Oro.

Desde que se efectuó la primera premiación en 1957, solo seis campeones del mundo han recibido los honores. Bobby Charlton fue el primero, tras vencer en su país en 1966. El siguiente fue Paolo Rossi en 1982, al triunfar en España y ser el máximo anotador de la competición con seis tantos. Por su temple y calidad, Lothar Matthaus se subió a lo más alto del podio al celebrar en Italia, en 1990. Ocho años después, Zinedine Zidane con su cabeza reclamó condecoraciones. Recordemos que en 1995, France Football ensanchó sus horizontes y permitió futbolistas de todos los rincones del planeta para la elección. George Weah, el liberiano, fue el primero en romper la faceta, justamente en el año del cambio. En el 2002, ocho gritos y la Copa Mundial le bastaron a Ronaldo para adjudicarse el laurel. Estuvo lesionado hasta Junio, pero Corea y Japón le brindaron armas para volver a ser un ambicioso artillero. Si este insaciable del gol no hubiese recuperado su mejor versión, seguramente Zidane pudiese haber distorsionado la apuesta. El Madrid arrollaba a su ritmo y con esa volea intolerable en la final de Glasgow, ante el Leverkusen, era bolo fijo en la selección. Pero una inapropiada molestia en el muslo de la pierna izquierda le propició una nefasta participación, y pocos minutos para poner a prueba su magia. Si bien con el cuadro de Del Bosque alzó la novena Copa de Europa para los merengues, con el de Lemerre no accedió de la zona de grupos. Francia fue un fiasco y Zidane no obtuvo consuelo alguno.

En el 2006 se produjo el caso más controversial. Fabio Cannavaro, de aceptable cierre de campaña con la Juventus y mediocre inicio de temporada con el Real Madrid, se aferró al sistema defensivo de Marcelo Lippi para levantar la Copa del Mundo en Alemania y recibir el Balón de Oro. El italiano estuvo preciso en cada anticipo y cruce que su selección lo demandó, dentro de una escuadra que se recordara por su orden y simpleza para rechazar el peligro. Quién perdió la sonrisa en cuartos de final de ese Mundial fue Ronaldinho. El brasileño supo maravillar hasta al más amargo aficionado del fútbol con la 10 del Barcelona, pero desilusionó en suelo alemán. Con Parreira no fue el de Rijkaard y no logró un segundo Balón de Oro consecutivo. Luego de ese negro capítulo, Jar Jar Binks, como lo solía llamar Luis Omar Tapia en los relatos de ESPN, jamás volvió a disfrutar del fútbol de la misma manera.

Al igual que la poca suerte de Zidane en el 2002 y Ronaldinho en el 2006, Messi no será consentido en este 2010. Evidentemente, imponerse en La Liga, no pasar de las semifinales de Champions League, vencer en el Mundial de Clubes, quedarse con las dos Supercopas y reclamar algunos balones a los árbitros, por marcar tres o más goles en un solo partido, no será suficiente. La Copa del Mundo define al futbolista del año y no al mejor de todos. Por tanto, como buen compañero, Messi estará presente en Zurich anhelando que la distinción individual permanezca en su vestuario, a pesar que la gran mayoría del mundo lo vea como un talento superior al resto.

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