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miércoles, 7 de abril de 2010

El indescriptible del balón

Grandioso, genial, sobrenatural. ¿Qué más? Se agotaron los adjetivos. Messi arrasó con el que para Guardiola era el juego del año. Lo acribilló. Se lo llevó de encuentro. Volvió a disfrazarse de ángel para matizar un milagro, que solo para el morbo podía escapar de sus manos. Apareció cuando más hacía falta y firmó una noche memorable: selló su primer cuarteto desde que viste de azulgrana (sexto jugador en lograrlo en la historia de la UCL), igualó a Rivaldo como máximo anotador del club en competencias europeas (25), se convirtió en el mayor goleador del torneo (8) y el Bernabéu ya lo espera con los brazos abiertos. Los agradecidos al fútbol, claro. Si la ley de Wenger consistía en que no reciba con libertad, quien previamente bautizó como artista, el rosarino se desentendió de todo límite y se colocó el traje de Monet en honor al francés, que desde la línea lateral lamentó tanto ingenio pintado por sus pies. Simplemente, Leo desafió contradicciones y acertó con su propia imaginación. Con sorpresa, si. Para la sorpresa, no. Con el argentino en el campo siempre hay aval para esperar lo asombroso. Lo extraordinario. Avisó por izquierda, inquietó por derecha, pero soñó por el centro. Tanto de afuera para adentro como tomando la vertical (tercer gol). Con espacios parece intratable para cualquier sistema táctico y, más aún, cuando el rival intenta neutralizarlo antes que poner a ruedo su identidad de juego. Por tanto, encontró licencias para avanzar y el Barza restó un paso en el cierre de cuartos, que lo pone a tiro de la casa blanca para Mayo.

Pero no todo se encierra en Messi. Si bien fue el epicentro de una erupción de buen fútbol, el soporte que halló a su alrededor le brindó la solvencia apropiada para marcar diferencias. Con dos tiempos totalmente distintos, el partido tomó direcciones diferentes. La dupla central emergente, Milito y Márquez, se acomodó tras el 0-1 anticipando y siendo el inicio de un bloque corto que se alargaba solo para atacar. Acorde a ello, el dominio de balón que apropio el local inclinó al Arsenal a tener que explotar a partir de ganar pelotas divididas con prospero traslado hacia los lados; forma en que se desniveló por primera vez el marcador. En el medio sector, ayudados por la presión impuesta por Dani Alves, Abidal y luego Maxwell, por las bandas, Keita y Busquets congestionaron con creces un mediocampo “gunner” que nunca encontró esa tranquilidad que tanto demandó Arsene Wenger previo al juego. En la creatividad, Xavi descargó desde muy atrás y todo derivó a dañar mediante individualidades.

De todas formas, el Arsenal fue el tanto de Bendtner y nada más. Luego, irrumpió el monopolio de Lionel. La “pulga” no solo ejecutó los seis tiros a puerta del barza en la primera mitad, sino que gritó tres: uno a distancia, otro en el área tras pase de Pedro y el final a velocidad con la frialdad de un crack. Tres maneras diferentes para pedir portada y señalar al cielo. En la segunda parte, ante un adversario más atropellador que encarador y necesitado de goles, el juego del Barcelona disminuyó en intensidad al igual que la figura de Messi. Era evidente que con la serie congelada, las tres anotaciones eran más que suficientes para casi todo el Camp Nou. Pero no para el jugador más ambicioso que tenia la cancha y el mundo. Un elegido de traje corto y alma de niño que no quería dejar su casa sin el balón. Su avaricia requirió agrandar su vitrina. Xavi por fin tomó visión periférica y mando a rodar un servicio entre líneas para Messi que con potencia y desequilibrio despilfarro contrincantes para dejarse confundir con Dios, y pedirle el cuero al árbitro alemán Wolfgang Stark.

Son 39 goles en 43 partidos los que lleva marcados hasta lo que va de temporada. Descomunal registro para un genio que juega un deporte inalcanzable para el resto y que nos incita a seguir abriendo el diccionario. Ahora lo espera el Santiago Bernabéu. ¿Volverán a sacarle pañuelos? ¿Será el eje de un nuevo 2-6? ¿Se acabará La Liga? ¿Quién sabe? Messi va por otro partido. Y claro, espera regresar a casa con un nuevo balón bajo el brazo.