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domingo, 17 de octubre de 2010

Sin corazón no hay solución

Hay tipos en la tierra a los que les cuesta valorar la vida y es cuando están cerca de perderla que prueban su verdadera condición. Pasaron sus días repartiendo sonrisas e intentando guardar llantos y fue justamente en el desenlace que justificaron el precio que conlleva esta intangible bendición. Jefferson Farfán no perdió la vida, pero sí el corazón. Ese que le mintió por vez repetida a la ilusión colectiva y a un nuevo proceso que igualmente lo colocó en el escalón superior del escalafón del talento. Y por tanto, no supo aprovechar la excepcional chance que le brindó el seleccionado nacional para recrearse.

Para Markarián era el hombre que naturalmente podía distorsionar la monotonía de un encuentro plano y trabado. A priori debía ser el encargado de elevarle una velocidad al colectivo y sorprender mediante un desafiante cambio de ritmo. Su presencia, además, hubiese sido elemental para restarle verticalidad al equipo en caso el negocio no esté por las bandas, transportándolo al sector izquierdo del campo, ya sea como mediocampista o segundo delantero, e incitándolo a dañar con el perfil invertido. Un plan B que capitalizó los mejores 20 minutos de lo que lleva de curso la era Markarián, en el estadio BOM field de Canadá. Tragodara ocupó su lugar en la derecha y por la izquierda se juntaron Manco y Farfán. “Queríamos darle a la selección la posibilidad de contar con más delanteros en el campo. Si podemos aprovechar que Farfán y Vargas hagan las bandas nos iría bárbaro. Igual, no descarto que Farfán pueda jugar como jugó en el segundo tiempo”, precisó el uruguayo al acabar el primer choque preparatorio.

Pero no. Un rotundo NO. El aún 17 de la selección nacional, hasta que la Federación decrete su casi seguro arribo al casino Veneto en Panamá, dribleó su última oportunidad de tocar la gloria, en vez de al rival, y jamás volverá a llevar el escudo de su país en el pecho en un partido oficial. Unión que se inició un 23 de febrero del 2002, cuando “la foquita” maquilló un 5 a 1 ante Haití en Matute, su casa en aquellos tiempos. Sin embargo, esta alianza se transformó en romance la noche en que el Perú de Autuori brindó un show frente a Paraguay a vistas del Nacional, por la fecha inaugural de las Eliminatorias Alemania 2006. Jefferson ingresó en la segunda parte y definió a un lado de Tavarelli en el primer minuto de descuento. Un pase notable de Jayo dejó en evidencia a los mundialistas Gamarra y Da Silva, al observar cómo un potrillo de 18 años les burlaba las espaldas para sentenciar el 4 a 1. Aquel 6 de setiembre del 2003, aún deslumbrando en La Victoria, certificó con creces porqué el aficionado debía creer que la promesa más grande que sacó el fútbol peruano, en los últimos años, estaba próximo a convertirse en realidad.

En esa clasificatoria, Farfán sumó siete gritos vestido de blanco y rojo. Sus víctimas: Paraguay, Uruguay, Chile, Ecuador, Venezuela y Bolivia por duplicado. Anecdóticamente, sus únicos tantos por eliminatorias. Recordemos que no saludó a la red en ninguno de los cuatro juegos que dispuso de él Del Solar, claro está, antes de consumarse el vergonzoso capítulo “El Golf Los Incas”. Por si fuera poco, remató su acción cuando, con su ausencia, el seleccionado caminaba por el borde de la cornisa: “Me da mucha rabia no estar en Sudáfrica 2010”, anunció cobardemente desde Gelsenkirchen. Los malos resultados lógicamente lo requirieron a gritos y el delantero del Schalke 04 no dudó en abrir fuego, y disparar a sus compañeros.

Con el expediente cerrado, la esperanza y la inmune ilusión peruana empañaron toda infracción que en su momento realizaron los ya perdonados. “Es lindo volver a estar con los muchachos. La selección siempre será mi sueño”, ventiló a los medios Farfán al pisar Toronto. Lo ocurrido en setiembre del 2008 ya era parte del pasado y solo se intentaba hablar de fútbol, a pesar que en el medio peruano sea algo imposible. Y más aún si Manco y Galliquio obligaron a renunciar a tal misión. Canjearon las reglas de Markarián en Panamá y optaron por jugar su futuro en el casino, por lo cual dejaron de ser cartas hábiles para “el mago”. El del Aurich, no será más una pieza interesante para darle frescura al equipo; mientras el crema, dejará su multifuncionalidad en Ate.

Si algo le faltaba a esta amarga entrada era el plato fuerte: Jefferson Farfán se mofó en la selección. El jugador de 25 años demostró que no tiene moral y menos conciencia. Personalmente, no le creo ni lo que come. No merece más llevar los colores de la nación. Resultó ser “el tapado” del segundo episodio de escándalos titulado “Veneto”, demostrando que no fue capaz de reformular su error. No es un líder en la cancha, pero sí comanda la noche. De seguro no necesitamos de esos jugadores, a pesar que afloren las voces reclamando su escasa calidad. Para este nuevo comienzo, necesitamos gente que contagie de manera positiva.

Acostumbrado a la billetera gorda, Farfán olvidó su sueño de niño: participar en una Copa del Mundo. Aquel que Teófilo Cubillas argumentó como la graduación en el fútbol. Ahora su refugió será Europa. Allí, seguramente, encontrará tranquilidad festejando. Muy mediocre, dicho sea de paso. Para bien del país que se quede lejos. Hay que mirar adelante y no llorar por una ausencia sin solución. Si bien urgimos de talento, virtud irreprochable de Farfán, antes que todo debe primar el corazón.