Red Bull Music Academy Radio

lunes, 19 de julio de 2010

Nunca es tarde para agradecer

Durante toda esa semana, le advertí que ese domingo 14 en el Hotel Sheraton daría una charla Sergio Markarían. Constante con sus métodos y yo recién confabulado en el equipo de Partido Aparte y Versus, recibí una frase que con el tiempo se haría recurrente en las oficinas de Cable Mágico Deportes. “Colorado, no todos los días puede haber carnaval”. Julio Peña, productor del programa e indescifrable muchas veces con sus palabras, ya había dibujado su línea de cinco en defensa de cara a mis pobres intenciones de atacar con un solo hombre en punta, para poder asistir a la conferencia. Si existía alguna posibilidad de vulnerarla, de eso me podía aconsejar el uruguayo aquel fin de semana. Dentro de mis casillas y renegando internamente por el fuerte sol que apetecía un gran día de playa, llegue al canal para enfrentar un rutinario, pero siempre novedoso, domingo de Versus. La decisión estaba plantada y yo mentalizado para trabajar en el torneo nacional. Sin embargo, mi jefe soltó la raíz y arremetió con un: “Hoy, habla Markarián. Ese tipo sabe”. La verdad, no entendí su propósito. ¿Tiró una broma o quiso ponerle dramatismo al juego, quitando un defensor de su férrea zaga posterior? Felizmente, se arrinconó hacia lo segundo. Julio inamovible de su silla, me brindó su pase y junto a Daniel Peredo, uno de los conductores del programa, llegamos para presenciar al actual técnico de la selección peruana de fútbol, quien para ese encuentro compartiría con su audiencia sus fundamentos tácticos y estratégicos, a la hora de verse desafiado por un partido de fútbol.

Cortés, abierto ante la poca gente que asistió y sobrio hasta el momento, Markarián de pié empezó su clase teórica. No tuvo que pasar mucho rato para que Sergio lance el primer dardo. “Jugar bien es un número”. Al principio nadie entendió. Pero el tiempo, evidentemente, le daría la razón. Pues todo accionar es medible. Dentro de una filosofía realista que propone defender bien y atacar bien para jugar bien, existe la manera de evaluar una acción, siendo independientemente una defensiva u ofensiva, en su totalidad, la medida más genérica para analizar una jugada. Claro está, la tarea defensiva acaba cuando se tiene el balón y la ofensiva al marcar un gol. Mediante una gráfica estructurada y un gran número de colaboradores capacitados se obtiene una media. Entonces vamos, si colectivamente el contrincante llegó con balón dominado al área propia en 15 oportunidades, la estadística bota que se marco mal. Acorde con ello, se especifica en que zonas del campo no se presionó acertadamente y cuántas situaciones de riesgo para el rival generaron esas libertades brindadas. Individualmente, se realiza lo mismo. No faltara el oportunista que revele su gusto por el buen recorrido que hizo el volante central. “El 6 estuvo bien, eh... Lo vi robar 4 bolas importantes”. Desde el exterior, sin duda, se puede observar una historia, aunque la estadística te cuente otra. Muy distinta, por cierto. A contracara, los números afirman que ese jugador robó 7 balones, pero 3 de ellos no los asistió de manera correcta y, por consiguiente, una de esas imprecisiones acabó en gol. Entonces, indudablemente, algo está mal. Hay que mejorar. Con los números en la mano, Markarián puede asegurar que “se entrena por objetivos y se controla por resultados.”

Por tanto, si se entrena por objetivos, para el ex técnico del seleccionado paraguayo crear un ambiente positivo en los entrenamientos es fundamental. “Es el inicio de un buen proceso. Formar un patrón de juego, repartir funciones, elegir líderes y ensayar jugadas parten del buen clima de trabajo. Del día a día.” Y si se controla por resultados, siempre aparecerá el clásico “tribunero” que critique el concepto de juego. O el periodista que disponga de sus ventajas para lapidar ciertas decisiones, a su juicio mal tomadas. A ellos puede gustarle o no el sistema empleado, lo cierto es que se vive de los resultados. Hoy más que nunca, el score es el que se disfruta y el buen juego, como consuelo, solo se valora.

Pero esto no quiere decir que Markarián sea el anti fútbol. Al ex campeón con Universitario, también lo conmueve presentar un buen juego. Para ello ve indispensable conocer a su plantel y ser realista con lo que dispone. “Si tengo los profesionales necesarios para dominar el juego poseyendo la pelota, accedo. De lo contrario, esa no la única forma de controlarlo. Ajustar líneas y llevar al rival por el camino deseado, también cuenta.”

Desde que llevó a Sporting Cristal al mejor logró de su existencia, el “mago” no paró de ser, tras la salida de Oblitas, un fijo candidato para colocarse el buzo de la selección. Continuamente estuvo en el bombo. Incluso, en circunstancias, en el peldaño superior. Sus casi cuatro años viviendo en el país le sirvieron para saber que ese Cristal del 1997, no fue más que una isla en medio de un turbulento mar. “Con la buena participación en la Copa Libertadores de Cristal y el aceptable desempeño de la selección de Oblitas en la eliminatoria para Francia 98, creyeron que se solucionarían los problemas. Pero no, el fútbol peruano se quedó en el tiempo. El fútbol de ayer y hoy es el mismo. No tiene fundamento.”

Después de aquel viaje a la realidad que nos regaló a los presentes, llegó el postre. Lo que todos queríamos escuchar. Y sin muecas disparó. “Al fútbol peruano no lo soluciona un buen entrenador”. Pum! Fue un balazo directo al corazón para todos esos cegados que coinciden con la idea de que los responsables principales de los continuos fracasos fueron: Maturana, Autuori, Uribe o Del Solar. Evidentemente, acá hay que observar el bosque y no el árbol. La solución primordial pasa de ellos.

Luego de esa rutilante declaración, no solo se estaba descartando, auténticamente, para aceptar cualquier propuesta ligada a dirigir la selección. Además, se abrió campo para argumentar que la formación de profesionales y el manejo dirigencial eran nuestros más grandes errores. En cuanto a lo primero fue certero: “El futbolista peruano crece como el césped, para cualquier lado”. Y sí, quién lo duda. Con el poco compromiso de los clubes para restaurar sus divisiones menores y el corto ingreso para armar torneos competitivos, poco se puede intentar. Para Markarián, el futbolista debe seguir un proceso de formación. “A su genética, la debe defender una buena alimentación, compromiso en los trabajos, buena competencia en juveniles, rendimiento y actitud. Por otro lado, para definir lo segundo recordó viejas proezas. “Al glorioso Boca Juniors de los últimos años no lo saca campeón Bianchi, Basile o Russo. El máximo gestor de aquellas consecuciones fue Mauricio Macri. Paraguay no fue de casualidad a cuatro mundiales consecutivos, por la buena labor de Carpegiani, Markarián, Ruiz y Martino, sino por el gran respaldo que dio Oscar Harrison y complementó, luego, Juan Ángel Napout.” Es que Don Sergio la tiene clara. Sin buen techo, no hay seguro de vida. Quién marca el camino no debe ser el entrenador ni los jugadores, sino la dirigencia. Que a ciegas debe respaldar el proyecto, sin interesar que tan duro pueda darse un rebote en la prensa tras una supuesta goleada en contra, en la segunda fecha de la eliminatoria. Desde adentro o afuera, todos tenemos que contribuir. En nuestro chip de la ilusión, habrá que dejarle un espacio a la paciencia. El seleccionado de Bielsa, cayó goleado por Paraguay en la tercera fecha de la clasificatoria e igual fue al mundial. Vale entender que el proceso es larguísimo y se van a perder partidos. No sé cuantos, pero no todo será alegría.

Ahora, nos ponemos a pensar: ¿Tanto cambió el fútbol nacional desde finales del 2008, hasta hoy? No creo que a Sergio Markarián lo hayan convencido la buena imagen que mostraron los cuadros nacionales en la Santander Libertadores, la aparición del torneo de promoción y reservas y nada más. Manuel Burga debe haberlo tentado de otra manera, aunque Markarián no come vidrio. El señor sabe a lo que vendrá. Para su última experiencia al frente de un equipo, con 65 años de edad, no le hace falta llenarse más los bolsillos. El tipo pide la gloria. Convertirse en héroe y reemplazar por su nombre alguna avenida importante de la capital, o ganarse el crédito para, porque no, limpiar a José Díaz del Estadio Nacional. Es decir, convertirse en un intocable y ser recordado para siempre como el mago que desapareció el maleficio, el cual para muchos, a pesar de su llegada, seguirá siendo eterno. Seguramente, la calidad de jugadores que tenemos por muchos rincones del mundo, aquel talento del que todo técnico extranjero encuentra en nuestro país y se queda asombrado, su neta confianza en poder comprometer y convencer a los Pizarro, Farfán, Acasiete o Guerrero y su intento de sacarle a cada jugador el mejor rendimiento posible, son algunos de los retos que se interpusieron a cualquier cifra bancaria que le pueda haber tirado sobre la mesa el presidente de federación peruana de fútbol.

Aquel 14 de diciembre del 2008, salí del Sheraton contento de haber recibido un gran baño de fútbol. A mis anotaciones, el tiempo las transformó en oro y les brindó vigencia. Hoy, a Markarián le agradezco el desafío. No sé si lo lograra. A estas alturas, solo un mago lo puede saber. Si quiero vivir de esto es porque aún tengo el sueño de ver a mi país en un Mundial. De lo contrario no escribiría estas líneas. Esta también, es una buena ocasión para agradecerle a un par de personas más. Buenos amigos, por cierto. Nunca es demasiado tarde para hacerlo. A Daniel, por compartir conmigo esa tarde de apuntes. Y a Julio, por soltar las marcas y permitirme, después de ese gran día, querer aún más al fútbol.