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jueves, 28 de mayo de 2009

Una sociedad mortal.

Fueron el pánico de las defensas más poderosas de la Bundesliga. Juntos, mataron y liquidaron. Rompieron cuantas redes y porteros se plantaron en frente, arrepintieron a cuanto pintor no se inspiró en el verde y se registraron en los libros más recientes y valuados del país bávaro. El brasileño Edinaldo Batista Líbano, más conocido como Grafite y el Bosnio Edin Dzeko, no solo evocaron sus 54 gritos en brindarle la alegría más grande de sus vidas a los seguidores del Wolfburgo, sino también, enterraron el mejor recuerdo que hasta el sábado compartían Gerd Muller y Uli Hoeness; la dupla memorada como inmortal, en los gloriosos años setenta del Bayern Munich. Los 53 festejos que aguardaban al dueto alemán, desde el año 72, perdieron valía tras las 28 y 26 anotaciones, del brasileño y del bosnio, respectivamente. Goles con distintos tintes y colores.
Conjuntamente, a pesar de ser posicionalmente similares, el ataque de Magath logró comprenderse y ser tan productivo, como efectivo. Desmarques pactados y cambios de bando, demostraron que colectivamente encontraron los atajos perfectos para llegar al gol.

El europeo origino sus culminaciones, especialmente, por el juego aéreo y por a su precisa pierna izquierda, mientras que el goleador de la Bundesliga, extendió los brazos para celebrar; por medio de desequilibrios, apariciones en zona de peligro y penales. Además, del tanto de cabeza ante el Bremen, la única anotación que consiguió sin la ayuda de sus piernas, la perla que le regalo al Wolkswagen arena frente al Bayern Munich de Klinsmann, fue para enmarcar y subastar. El alto grado de técnica y potencia que albergó esa jugada, seguramente, dejará marcado al ex Sao Paulo para siempre.
Sin lugar a dudas, esta demoledora pareja de ataque, causó asombro a propios y extraños. Nadie los tenía en su agenda. Solo Félix Magath, estratega y manager del club. Un creyente, que apostó por dos delanteros de cuadros chicos. Por Grafite, entregó 8 millones de euros para alejarlo del Le Mans francés, mientras que por Dzeko, desembolsó otros cuatro para sacarlo del inédito Teplice de República Checa. Una propuesta arriesgada, pero eficiente, al fin. Los 54 goles de los 80 que marcó el Wolfburgo, en la campaña, fueron el sustento ideal. Una gran marca, que rompió barreras y se convirtió en parte fundamental, para que el cuadro lobo logre su primer título en 64 años de existencia.
En el fútbol, así sea del primer mundo, no solo se necesita manejar una gran cantidad de dinero para asegurar los éxitos, sino, se debe saber elegir. Magath, propuso bien y acertó. Ahora a sus joyas, las tientan los cuadros más importantes de Europa. Si se van o se quedan, igual marcaron una era. La más relevante en la historia del club.