Red Bull Music Academy Radio

martes, 29 de septiembre de 2009

Simple como Jhonny, pero tan distinto como Jhonnier.

Aquellas miradas se congregaron en ese caprichoso tablero que apuntó al 20. Ilusamente, todas ellas, intentaron evadir un acto que llamó a la tensión sin objeción. Al dramatismo. De hecho, el tablero podía optar por combinar los dígitos que desee. Pero el 20, por lo menos esa tarde, se había ganado el crédito de intocable. Nadie hubiera deseado verlo. Sin embargo, resaltó en el aire y apagó una llama llena de inspiración. Una a la que todos echaron de menos. Todos esperaban 13 minutos más de ingenio. 13 minutos más de genialidad. 13 minutos más de armonía. Ese jugador de contextura gruesa y de pasos ligeros y, que por momentos, avanzaba con prisa para luego, desafiando las leyes de la física, cambiar de ritmo, se hizo desear tanto como ese concierto de palmas que le rindió su querido Matute cuando dejó la cancha. Esos 77 minutos plagados de talento, nacidos de su prodigioso botín izquierdo, inclinaron las gradas, prestas al homenaje para quien fue capaz de cumplir con sus demandas de buen fútbol.

Jhonnier Montaño estuvo brillante. Como una estrella que no eclipsó la buena luz de las demás. No canto un gol y, aunque sus pases precisos tampoco los aprovecharon para motivar el rito de gol, con pasos firmes tomó el mando de un carro que tiró para adelante, como un verdadero colectivo. De esos donde se encuentra un asiento para todos. Son contados los partidos donde el accionar individual acabó siendo tan parejo para conducir un equipo como el del domingo. Quizás, los puntas fueron los que defraudaron un poco. Pero en la defensa, el joven Aldo Corzo pidió licencia para ir por ese carril derecho que lo solicitó en pleno correr de sus 20 años, siendo Montaño quien lo engrió dándole, por instantes, el mando. Carlos Solís, inamovible del dibujo de Costas y autor del gol del triunfo, junto a Aparicio, respondió en los cierres de un partido que los contragolpeo. Leandro Fleitas, completó esa solida zona posterior y rindió otra vez, ante el cambio de perfil. En el medio, Jayo mordió como en sus mejores tiempos y fue el motor; el paraguayo González, aún acoplándose al claro 4-4-2, aportó con equilibrio y gasolina, a pesar de su expulsión; y Quinteros, se contagió del colombiano y puso los cambios en los momentos justos, aunque siempre a su estilo.

Montaño disfruta jugando al fútbol. Dejó enterrado en el campo esa apatía que muchas veces lo condenó por su avaro individualismo. Antes, no hallaba espacios con tanta libertad y el factor sorpresa no estaba de su lado. Hoy, sin dejar de ser un jugador individualista, es solidario. Se sacrifica por el equipo y se le nota más participativo que antes. Más involucrado en el juego. Se siente protegido por futbolistas que le trasladan rápido el balón y es, en tres cuartos de cancha, donde se muestra a plenitud. No sorprendió, por ello, la facilidad que encontró ante el Aurich para vulnerar la última línea y filtrar pases al vacío.

Gustavo Costas le simplificó la vida. No solo por liberar a Johnny de ese complicado nombre que es Jhonnier, sino por haberle dado esa simplicidad que a veces le hace falta a un jugador distinto. Le encontró la ubicación y un buen respaldo a su alrededor.

Todavía queda la sensación que le falta EL PARTIDO. Ese que glorifica, aún más, la carrera de un jugador. Ese con el que sueña todo aquel que se siente grande. Para un sueño así, Matute quedaría chiquito. Él quiere ir al Monumental, salir cargado pero no en camilla, y mostrarle la 20 a los hinchas cremas, mientras festeja un magnífico gol con el Comando Sur.