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jueves, 23 de junio de 2011

El imaginario mundo de Neymar

Existen intérpretes en el fútbol que al pisar su escenario preferido, el campo de juego, parecen trasladarse a un mundo imaginario. A un lugar quimérico y fantasioso, donde el atrevimiento se convierte en el arma más tenebrosa para plantarle combate a la adversidad, a los sistemas defensivos, y a las críticas provenientes de personajes que también gozaron de ese paraíso tan soñado, pero tan real a la vez. Para Neymar, un velocista con alma de regatero, los desafíos están para driblearlos y dejarlos olvidados en el camino. Así ese reto sea un adversario, un rival legendario o un tipo que a pesar de llevar encima la etiqueta de ex jugador, se sigue sintiendo futbolista y un intocable del fútbol.

En un tiempo donde el aficionado está acostumbrado a destacar individualidades por encima de funcionamientos colectivos, Neymar tenía la responsabilidad, a sus tempranos 19 años, de enfrentar el morbo que demanda un capítulo final de Copa Libertadores; liderar una cruzada a favor del regreso del Santos a la escena sudamericana; y confirmar que su fortaleza mental estaba capacitada para dejar enterrada cada una de las palabra que ventiló en su contra Maradona a los medios, a pocos días de este definitorio suceso.

Para cumplir con esta cargada profecía, su aspecto de niño rebelde, su frágil figura de jugador barrial y esas piernas resistentes a los más férreos golpes del Brasileirao necesitaron de la motivación de un colmado Pacaembú; de la presencia en tribunas del máximo símbolo que tiene el club, Pelé; y del regreso de su socio ideal, Paulo Henrique Ganso. Si bien todo parecía diseñado para vivir un verdadero vendaval, la defensa uruguaya nunca pretendió ser un conjunto servicial y, por tanto, no lo auspició con alguna de esas alfombras rojas que suelen aliviar el paso de los cracks. Todo lo contrario, el cuadro de Diego Aguirre, consciente de su inferioridad técnica, dispuso de una línea bastante sólida y aguerrida, que priorizó no rifar el balón en zonas de mayor riesgo.

Acorde a lo previsto por los uruguayos, a Neymar se le negaron los espacios por el sector izquierdo del campo y pocas veces se pudo apoyar en un compañero para descargar. Alejandro González, ex jugador de Sporting Cristal, se dedicó a anticipar cada uno de los viajes del delantero, por dicha zona, y siempre se ofreció a apretar. Además, fue el principal responsable que el jugador de la selección brasileña no lograse hallar libertad para toparse con Sebastián Sosa, durante toda la primera mitad. Fueron dos faltas al filo del área, que cometió el recio zaguero, las que Pezzota no tardó en sancionar. Una tarjeta amarilla y una sacada fenomenal a Elano, por parte del portero aurinegro, valieron como saldo ideal para neutralizar lo que pudo ser el principio del show de Neymar.

Muchas cosas cambiaron para la segunda etapa. Para suerte del atacante, Albín reemplazó minutos antes que concluyera el primer tiempo a un lesionado González y en una sola jugada acumuló menos atención que toda la que le prestaron en más de 45 minutos de juego. Una exquisita combinación entre Ganso y Arouca encontró a un solitario Neymar, que de disparo rasante al primer palo probó toda su hambre de gloria. Dejó desfigurado a Sosa y abrió la ruta del triunfo. Sin duda, fue la mejor jugada elaborada que aplicó el “peixe” en todo el torneo. No solo por lo que significó, sino también por su concepción. El taco de Ganso le brindo color a una triangulación que quedará grabada para siempre en la retina de todos los seguidores del club, ubicado al sur de Sao Paulo.

La apertura del tanteador, marcó un punto de inflexión en el partido. Peñarol renunció a su condición de visitante, para jugarse la piel en cada balón dividido e ir a presionar más adelante. Pensando más en atacar que defender, los de Aguirre tuvieron mayor problema para el repliegue, por lo que Matías Corujo jugó gratis lo que restó de partido. Si su vehemente entrada contra Arouca no es hermana de la que protagonizó De Jong ante Xabi Alonso, en la final del último Mundial, por lo menos son familia. Pezzota perdonó, igual que Webb en Johannesburgo, y los “mirasoles” elevaron un cambio. El carbonero debía asumir riesgos y encontrar espacios por donde desequilibrar. Pero Danilo, en una corrida memorable, ahogó ese condicionado plan. Simbolizó no solo acariciar el reencuentro con el trofeo más relevante de América sino que levantó la cotización del carrilero derecho de 19 años, por esa magnífica resolución. Más adelante, el autogol de Durval solo sirvió para dramatizar un choque que ya tenía a los chicos de Villa Belmiro pendientes de la conclusión del partido.

Antes del enfrentamiento de ayer, Santos reflejaba ser un conjunto que giraba a raíz de lo que pudiese inventar Neymar. Sin embargo, tras la categórica victoria, no se puede desmerecer al resto del equipo. La receta de Ramalho colocó en el escalafón superior a piezas como Elano, Arouca o Danilo, al igual que a Neymar, dejando sin corona a un decentísimo rival como Peñarol. Por tanto, se puede asegurar que Neymar puso la fantasía y sus compañeros el ingenio. Con 6 gritos de gol, Neymar conquistó su primera Copa Libertadores. Y dejó en evidencia a un Diego Armando Maradona, que jamás logró distorsionar la felicidad de un chico que cuando entra a la cancha se olvida hasta de lo que sucede en el mundo.