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lunes, 14 de septiembre de 2009

10 años en el blanco.

Con Bodo Ilgner como amo de la valla de sus sueños y Santiago Cañizares de sustituto habitual, con 16 años Iker Casillas presenció la sétima Copa de Europa del Madrid frente a su televisor. Nunca esperó que la ilusión, que lo perturbó durante muchas noches, le tocase la puerta solo un poco más de un año después, con la luxación de hombro del alemán y la ida del español. A punta de trabajo, el joven portero se ganó el debut con el buzo del Real Madrid, cuando John Benjamín Toshack lo mando al ruedo un 12 de Setiembre del 1999 ante el Athletic de Bilbao en San Mamés.

A partir de allí nadie le pudo arrebatar ser el escudero de un pórtico tan importante, excepto por Cesar Sanchez, quien en la temporada 2001-2002 le quitó el crédito de titular indiscutible, saliendo en lista desde el banco, incluida la final ante el Leverkusen en Hampden Park. Sin embargo, la recordada lesión de César en ese juego ante los alemanes le dio la oportunidad de poner en evidencia a aquellos que dudaron siquiera un instante de su destreza. Con el título en juego, Del Bosque lo mando al campo y este demostró que no siempre lo más difícil para un arquero es ingresar en un juego ya en curso. Con atajadas ejemplares, cubrió la gala de Zidane y cooperó para que el Madrid logre la añorada novena Copa de Europa.

Su fortaleza de piernas, reflejos inexplicables y sus achiques a tiempo, empañaron de alguna manera su debilidad más notable, en sus inicios: Los recortes aéreos. Cuando el rival observaba que en pórtico del Madrid, Casillas sería el guardameta, planificaba seguir las vías correspondientes que los lleven a abusar de los centros. Con un sin fin de partidos, el canterano notó que su falencia estaba en la decisión. La duda de salir o no a interceptar balones suicidas se interpretó como la principal razón a su desequilibrio profesional. Pero el canterano entendió que no hay mal que dure para siempre. La seguidilla de partidos con el escudo merengue en el pecho y su crecimiento emocional, lo llevaron, con el paso del tiempo, a ser una autoridad en ese rubro. La madurez futbolística alcanzada lo hicieron parte de una serie de triunfos: Dos Copas de Europa, cuatro Ligas, tres Supercopas de España, una Supercopa de Europa y una Copa Intercontinental. En lo individual, ha sido de los porteros más regulares en los últimos años. Junto a Buffon, se ha mantenido a la par en ese escalón superior, turnándose la hegemonía de ser el mejor. Actualmente, el brasileño Julio César pone en juicio su supremacía.

El último sábado en cancha del Espanyol, San Iker, cumplió 10 años defendiendo el arco blanco. Toda una vida pasó bajo los tres palos. Entre innumerables títulos, lamentos y una grandeza profesional, que no se discute tanto por su capacidad como humildad. Alguna vez Paco Buyo, portero histórico del Madrid, comentó que si los porteros no partirían con desventaja para la obtención del balón de oro, Casillas ya tuviera el reconocimiento en su casa. Pero a pesar de los halagos, Casillas nunca se mareó. Siempre fue el mismo. Aquel que desde la tele de su casa sonrió con el gol de Mijatovic y tiempo después con un gran cartel realzó su identidad. Cuando lo incluyeron en el mediático circulo galáctico, el no dijo ser de otra galaxia, sino de su pueblo, Móstoles.


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